Cajas
Para tener en nuestras manos cosas sofisticadísimas como un iPhone o una televisión de plasma necesitamos algo tan humilde como cajas de un mismo tamaño. Y barcos, claro. Muchísimos barcos
Para tener en nuestras manos cosas sofisticadísimas como un iPhone o una televisión de plasma necesitamos algo tan humilde como cajas de un mismo tamaño. Y barcos, claro. Muchísimos barcos
Últimamente, cuando pensamos en tecnología, solemos pensar únicamente en tecnología digital. Creemos que las innovaciones más prodigiosas y disruptoras son aquellas que se han producido en el ámbito de la comunicación en internet: Twitter, Facebook, WhatsApp o casi cualquier cosa que podamos bajarnos en el móvil.
Es indudable que todo eso está teniendo un importante papel en el configuración del mundo actual (aunque diría que menos de lo que pensamos). Sin embargo, la tecnología que más ha moldeado el intercambio de mercancías, que más ha potenciado la globalización, que más ha transformado las relaciones económicas y políticas entre los países del mundo tiende a pasar desapercibida. Es lógico: no es nada sexy. Ni tiene glamour. Por supuesto, no es digital. De hecho, a casi nadie le puede parecer una innovación, porque a todos los efectos se trata de una caja.
El contáiner de carga estandarizado es, quizá, el invento más trascendente de nuestra época. No es nuevo: sus medidas actuales -su gracia es que siempre tiene el mismo tamaño y es apilable- se establecieron a finales de los años sesenta. Y algo tan simple y tan complicado como que todo el mundo se pusiera de acuerdo en utilizar un mismo modelo permitió que el transporte se abaratara y facilitara enormemente: ahora que las grúas de los puertos están estandarizadas, el comercio internacional parece fácil. Antes de la estandarización del contáiner, cargar o descargar un barco era una tarea para la que hacían falta ochenta estibadores y una semana. Hoy, con barcos de mucha mayor capacidad, lo hacen diez en ocho horas (¿recuerdan la segunda temporada de The Wire?)
Para tener en nuestras manos cosas sofisticadísimas como un iPhone o una televisión de plasma necesitamos algo tan humilde como cajas de un mismo tamaño. Y barcos, claro. Muchísimos barcos.