Periodismo, fornicación, bebida
Los periódicos fueron la oración de la mañana del hombre moderno y la hijuela impresa de la Ilustración
Los periódicos fueron la oración de la mañana del hombre moderno y la hijuela impresa de la Ilustración
Los periódicos fueron la oración de la mañana del hombre moderno y la hijuela impresa de la Ilustración; quizá menos elevado, lo que echa de menos Andrew Marr es «la cantidad de fornicación y de bebida» de las viejas redacciones. Ahí le dio. Quienes todavía hemos tenido el privilegio casi póstumo de trabajar en un diario de papel vemos pasar el ataúd de la prensa escrita con esa incredulidad de un artesano del botijo ante la irrupción por frigorías de la General Electric. Ya lo único que nos queda será la falsa superioridad moral de la nostalgia, el placer de decir a nuestros hijos que quien no haya conocido el huecograbado del ABC no ha conocido la dulzura de vivir. Tendremos razón, que –ya se sabe- es una cosa que no sirve absolutamente para nada.
En un ataque de optimismo profético, uno de los grandes directores del Express predijo un futuro de gloria para la prensa escrita porque «cada periódico tendrá su propio aeródromo». Al cabo de dos décadas, los diarios ya estaban malvendiendo sus predios nobles en el centro –presencia simbólica de un poder- para reubicarse en esas Argandas del Rey que hay por todo el mundo. Naturalmente, aquel redactor prototípico, «alegre, de mediana edad, con problemas en casa, que bebía bastante y con un cigarrillo siempre entre los dedos», estaba destinado a sucumbir al primer ERE. Una pena: también él había conocido esa «ligereza del ser» que se siente en los mejores momentos de la profesión.
«Cuando el Times toma partido, Inglaterra se sobresalta y la historia obedece». ¿De qué portal de «infotenimiento» podrá predicarse algo semejante? Compañía siempre amable del periódico del domingo, leído –como ilustró Rockwell- con el confort de la bata, la bronquitis del primer cigarro y un crepitar del bacon para el desayuno. He aquí que cuantos más chupitos de leche descremada nos sirve la prensa en internet, más echamos de menos aquel whisky cabrío de los periodistas que no sabían qué demonio era subir un teletipo. Sí, es un mundo que ha muerto, pero también sabemos que nada muere del todo hasta que sale su obituario en el Telegraph.