Un paso atrás para la NSA

Es justamente en estas aparentes debilidades donde se esconden las fortalezas de la democracia, un sistema hecho por humanos y por ende imperfecto

Las revelaciones hechas por Edward Snowden dejaron esta semana de ser un mero escándalo con repercusiones mundiales y comenzaron a producir reacciones concretas. En el tenso pulso entre la todopoderosa Agencia Nacional de Seguridad (NSA) y las informaciones hechas públicas por Snowden, que reveló los métodos de espionaje a los que estaban sometidos ciudadanos del mundo entero —con la complicidad de compañías tecnológicas como Google, Apple o Microsoft—, y hasta algunos gobernantes de naciones aliadas a los Estados Unidos como la canciller alemana Angela Merkel o la presidenta brasileña Dilma Rousseff, la balanza se inclinó tímidamente a favor de las últimas.

Luego de ser revisados durante meses por el Congreso y varias entidades especializadas, el gobierno de Barak Obama terminó por descubrir lo obvio: que, ejecutados como hasta ahora, los programas de escuchas y vigilancia de la NSA suponían una amenaza para las libertades civiles de los ciudadanos norteamericanos, así como un riesgo para la confianza y la credibilidad que su país proyecta al mundo.

Los anuncios hechos este viernes por Obama revelan una primera aunque muy tímida intención de reconducir los caminos de la NSA, reduciendo sus poderes en favor de la privacidad mundial, encauzándolos exclusivamente para luchar contra las amenazas a la seguridad nacional, y subordinándolos a la ley antes que a la mera discreción de los funcionarios que la comandan. 

Puede ser, como dijo Obama, que en esta guerra sucia que es el espionaje emprendido por las grandes potencias tengan ventajas los gobiernos que menos respetan las formas democráticas, como China o Rusia, quienes ni siquiera permitirían un debate como el que ha seguido en los Estados Unidos a las filtraciones de Snowden. Pero es justamente en estas aparentes debilidades donde se esconden las fortalezas de la democracia, un sistema hecho por humanos y por ende imperfecto, pero más justo para sus gobernados.