La mafia del poder
Tiene gracia que el mal llamado «quinto poder» ande en proceso de disolución o de extinción, como un amargo azucarillo. Esa prensa muere de soberbia y gracias al talento de unos pocos, nace un periodismo que no es nuevo, sino genuino.
Tiene gracia que el mal llamado «quinto poder» ande en proceso de disolución o de extinción, como un amargo azucarillo. Esa prensa muere de soberbia y gracias al talento de unos pocos, nace un periodismo que no es nuevo, sino genuino.
Hablar del poder sin apasionamiento es virtud o don concedido a unos pocos. Lo hace Javier Bilbao en JotDown Magazine con rigor y mesura envidiables. Tiene gracia que el mal llamado «quinto poder» ande en proceso de disolución o de extinción, como un amargo azucarillo o los saurios antiguos. Esa prensa muere de soberbia, de un ataque centenario de «hybris» y, gracias al talento de unos pocos, nace un periodismo que no es nuevo, sino genuino. Es la propia Jotdown, o Delayed Gratification -estos chicos del «slow journalism»- y, of course, The Objective. Cito sólo a los que me son próximos y me interesan, allá ustedes y sus gustos.
Todo lo cual viene a cuento del asesinato de un niño de tres años y de un abuelo y su pareja. Un crimen más de la mafia calabresa. Las mafias matan sin demasiadas contemplaciones y disfrazan muy poco su pecado. Los estados y los políticos, o sea, el poder, los poderes, tienen el interés diabólico de disfrazar sus crímenes con las banderas de la ideología y de esa abstracción intelectual que se llama propaganda. El poder, los poderes, dicen que lo hacen para protegernos -¿de qué, de quién?- y lo mismo gritan los mafiosos. No es extraño, pues, que Lucky Luciano se entendiese con el ejército yanqui para facilitar la invasión de Sicilia y que aquí algunos se hayan entendido con los mafiosos del norte. Luego, claro, hay que pagar la factura. No nos rasguemos las vestiduras, please.