Cuando los banqueros saltan al vacío...
Si alguna vez ve saltar por la ventana a un banquero suizo, salte detrás. Seguro que hay algo que ganar (Voltaire, filósofo y escritor francés).
Si alguna vez ve saltar por la ventana a un banquero suizo, salte detrás. Seguro que hay algo que ganar (Voltaire, filósofo y escritor francés).
“Si alguna vez ve saltar por la ventana a un banquero suizo, salte detrás. Seguro que hay algo que ganar” (Voltaire, filósofo y escritor francés).
Suena simpático, pero en el caso que nos ocupa se trata de un estadounidense y dos ingleses, y más que algo que ganar en el salto, todo parece indicar que tuvieran bastante que perder. Esta semana que hemos dejado atrás se han quitado la vida tres banqueros. Los motivos se desconocen, vagamente achacados a “problemas en el trabajo”; algo tan indefinido que deja abierta la caja de las especulaciones y hasta hay quien ya habla de una nueva tormenta financiera en ciernes.
No está clara la relación existente entre suicidios de empleados de banca y advenimiento de tormentas financieras, pero el caso es que las noticias de profesionales de las finanzas que se quitan la vida después de sufrir una fuerte pérdida de dinero en los mercados de valores son tan antiguas como el mercado de valores mismo. Es decir, que los suicidios durante las crisis económicas no son nada nuevo. Trágicas muertes donde el dinero y las pérdidas económicas tienen relación. Pero ni siquiera en La Gran Depresión hubo tantos suicidios como la leyenda sobre aquel Jueves Negro de 1929 nos ha hecho creer. Se les va a caer un mito cuando sepan que entre el Jueves Negro y el final de 1929, sólo cuatro de los 100 suicidios y tentativas de suicidio registrados por el New York Times fueron saltos al vacío relacionados con la crisis, y sólo dos ocurrieron en Wall Street (“Los inversores saltando por las ventanas en 1929: medio leyenda”, Microsiervos.com)
Ahora bien, usted dirá “pero ya no estamos en medio de la tormenta financiera, esa ya pasó. Ahora estamos saliendo…”, y es cierto. Si bien no hemos llegado a la cima de la recuperación, existen datos objetivos que nos hacen ser optimistas y nos llevan a afirmar que lo peor de la crisis financiera, económica, bancaria y de deuda que ha asolado a las economías desarrolladas ha quedado atrás y que las maltrechas economías europea y americana van viendo la luz al final de un camino que aún se antoja largo y con algún que otro obstáculo. Es cierto también que los índices americanos se encuentran en máximos históricos y los de las plazas europeas flirtean con niveles pre-crisis.
Entonces ¿por qué se suicidaron estos tipos? Pues miren, no lo sé. Puede ser una mera y fatal coincidencia o, si nos ponemos a pensar en lo peor, y visto que lo acontecido en las últimas dos semanas -el fin del dinero fácil y barato, y los torrentes de liquidez entonando la retirada con el principio del fin del programa de estímulos que desde 2008 ha llevado a cabo la Reserva Federal americana (el famoso taper)- puede acarrear gravísimas consecuencias para las economías emergentes y por ende al resto del mundo. El efecto pánico está servido y una nueva crisis de divisas como la vivida (y sufrida) en 1997-1998 podría truncar nuestros planes más optimistas.
Como dice Daniel Lacalle en su artículo del pasado sábado (“Mercados emergentes y ‘sumergentes’: una brecha complicada”, Elconfidencial.com) no debemos caer en la autocomplacencia de pensar que el riesgo está controlado o no va a afectar. Los países emergentes suponen el 50% del PIB mundial y tenemos un sistema financiero global que ha estado buscando rentabilidad cada vez más lejos y con mayor riesgo allende los mares.
Quizá por esto, Gabriel Magee de JP Morgan, Bill Broehsmit del Deutsche Bank, Mike Dueker de Russell Investments, se suicidaron la semana pasada. O quizá no y es todo una fatal coincidencia. El tiempo me dará o me quitará la razón.