THE OBJECTIVE
Matias Costa

Desconectados

Una de las secuencias más impactantes de La Lista de Schindler muestra a una niña judía que vaga perdida con su abrigo rojo entre la multitud en blanco y negro camino del campo de concentración.

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Desconectados

Una de las secuencias más impactantes de La Lista de Schindler muestra a una niña judía que vaga perdida con su abrigo rojo entre la multitud en blanco y negro camino del campo de concentración.

Una de las secuencias más impactantes de La Lista de Schindler muestra a una niña judía que vaga perdida con su abrigo rojo entre la multitud en blanco y negro camino del campo de concentración. Poco después volveremos a ver, en la sobrecogedora película de Spielberg sobre el holocausto, ese vestidito rojo entre montañas de cadáveres. Nos impacta por el vínculo afectivo que hemos generado con la niña, asociado visualmente a la única fuente de color en toda una película monocroma. Ese vínculo, una vez instalado en nosotros, se convierte en algo imposible de sortear, algo que nos conecta con una historia que de otro modo nos es ajena, no la hemos vivido personalmente.

Esos lazos nacen del conocimiento directo, del contacto. Son vínculos que se producen en cada viaje, por pequeño que sea, en cada salida al exterior de nosotros mismos, ya que cuando uno presta atención a lo que ocurre fuera encuentra siempre historias reales, mucho más emocionantes que cualquiera de los estímulos que recibimos a través de la conexión infinita a internet. Es curioso cómo vivimos profundamente desconectados de la realidad teniendo acceso inmediato a toda la información. Ninguna imagen es suficientemente impactante, siempre hay otra por consumir, siempre hay una nueva historia espectacular que tapa la anterior, apenas unos segundos después. A no ser que haya un vínculo, que ese lugar o esa gente tenga un significado para nosotros, es la única manera de que las cosas nos importen de verdad, y ese nexo tiene su origen en la curiosidad, en la necesidad de conocer y acercarnos.

Me ha ocurrido con esta fotografía bestial, otra escena irracional de violencia en la que sin embargo he reconocido en la camiseta de la víctima la tela de otra camiseta que le traje a mi hija de Mali, y a partir de ahí he podido volver a mirar las caras de todos los que aparecen en la fotografía, sin dejar de pensar que cada uno de esos adultos es el hijo de alguien que lo reconocía de lejos por el color de su ropa. Cada uno de nosotros, en otras circunstancias, podría ocupar el lugar de cualquiera de los que aparecen en la fotografía. Creer eso me hace estar más vinculado al mundo.

 

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