Críticos y académicos

Los críticos de cine tenemos mala fama. Que si vemos gratis todos los estrenos. Que si somos directores frustrados. Que si nos motivan sobre todo los canapés.

Los críticos de cine tenemos mala fama. Que si vemos gratis todos los estrenos. Que si somos directores frustrados. Que si nos motivan sobre todo los canapés. Que si caemos en la prepotencia… Por todo eso, en su película «La joven del agua», M. Night Shyamalan reservó una muerte espeluznante al personaje del crítico de cine. En realidad, la mayoría de nosotros disfrutamos más que nadie viendo y comentando las buenas películas, sufrimos cuando tenemos que sacar el hacha y tendemos a ponderar nuestros juicios. Siempre, con el objetivo de desvelar la estética y la ética de cada filme, y de descubrir esas joyitas olvidadas por tantos medios.

El pasado 3 de febrero se entregaron las prestigiosas Medallas CEC, que otorga desde 1945 el Círculo de Escritores Cinematográficos, la más veterana asociación de la crítica española. Ganó el premio a la mejor película «Vivir es fácil con los ojos cerrados», de David Trueba. Fue elegido mejor director Manuel Martín Cuenca por «Caníbal». Y Rodrigo Sorogoyen obtuvo el galardón al mejor director novel por «Stockholm».

Pues, bien, ninguno de esos filmes parte como favorito para los Goya, que se desvelarán el próximo domingo 9 de febrero. En los Premios de la Academia de Cine lideran las nominaciones «La gran familia española», de Daniel Sánchez Arévalo, y «Las brujas de Zugarramurdi», de Álex de la Iglesia. Dos filmes más comerciales y mucho menos interesantes que los premiados por el CEC. Algo lógico si se tiene en cuenta que la inmensa mayoría de los académicos no han visto muchas de las películas que compiten, y que a menudo votan más con el corazón que con la cabeza. Esperemos que, en sus votaciones finales, hayan rectificado esta tendencia perniciosa, y acaben ofreciendo en su palmarés una visión razonable del mejor cine español de 2013.