Niños asesinos
Niños bomba, niños asesinos, niños militares, niños de la guerra niños utilizados en nombre de una religión, de un objetivo de mayores. Niños utilizados míseramente por sus padres, para vengar sus obsesiones, sus guerras.
Niños bomba, niños asesinos, niños militares, niños de la guerra niños utilizados en nombre de una religión, de un objetivo de mayores. Niños utilizados míseramente por sus padres, para vengar sus obsesiones, sus guerras.
Niños bomba, niños asesinos, niños militares, niños de la guerra… niños utilizados en nombre de una religión, de un objetivo de mayores. Niños utilizados míseramente por sus padres, para vengar sus obsesiones, sus guerras, sus problemas religiosos, su decadencia, su inseguridad, su vergüenza. La última imagen son niños terroristas del Frente Al-Nusra, reclutados para combatir en la guerra de Siria. Esa guerra que es una vergüenza, un genocidio que pasa diariamente delante de los ojos y las narices de Occidente que no quiere intervenir, porque ahora lo hacemos todo con talante y con palabras. Talante que significa no hacer nada mientras millones de niños huyen, miles son adiestrados como terroristas, y decenas mueren cada día. Y palabras que intentan disimular el no querer hacer nada para parar la barbarie.
Dicen que lo de Siria es complicado, un polvorín de intereses geopolíticos que se discuten en Ginebra, en hoteles de cinco estrellas, con representantes manchados de sangre y de dinero de Occidente. Porque mientras los niños son adiestrados para morir matando, ellos comen langosta en el Ritz, eso sí, con talante y con palabras, buscando soluciones a la vergüenza que nunca llegan, porque esos intereses geopolíticos son más importantes que la vida de un niño.
Y así pasan los días, las semanas, se incrementa el número de refugiados, los niños se mueren de hambre, de bombas o ser bombas vivientes. Y mientras esa es la realidad, en Matrix vivimos el resto, diciendo que es mejor «no intervenir» porque ya no se sabe quién es quién en Siria.
Ya. Yo lo que no se es quienes somos nosotros. Tan cómplices del terror como el terror que produce ver a un niño dando una rueda de prensa y explicando que está dispuesto a inmolarse. Y aquí, a nadie se le cae la cara de vergüenza.