La Costa Nostra

Venden la mansión en la que murió Al Capone. El gángster que amasó una fortuna con el tráfico de drogas y el juego clandestino, murió de una neumonía en su lujosa casa de Miami Beach.

Venden la mansión en la que murió Al Capone. El gángster que amasó una fortuna con el tráfico de drogas (la Ley Seca convirtió al alcohol en una droga tan ilegal como la marihuana) y el juego clandestino, murió de una neumonía en su lujosa casa de Miami Beach, a los 48 años. Dicen que es una de las más antiguas y bellas casas de la pequeña isla, lo cual da una clave del grado de imbricación que siempre ha existido entre los patrimonios «legales» y los «ilegales». Lo estamos comprobando ahora en España, en esta Costa Nostra cualquier tipo con bigotes pasa en cuestión de días de ser un trapichero vulgar a relacionarse con la alta sociedad, para acabar poco después encarcelado junto a delincuentes comunes.

El mundo que hemos creado no sería posible sin la connivencia con la mafia, sin sus métodos, sin agujeros legales, sin paraísos fiscales, sin estafadores y asesinos. Son tan necesarios para que esto se mantenga en pie como los jueces o los ministros, a veces incluso pueden simultanear varias de estas actividades, las lícitas y las ilícitas. Se premia al ladrón que consigue robar mucho, porque permite que otros lo hagan también y consolida el sistema. Cuando cae en desgracia, se le aísla y se le castiga, para preservar la estructura y las apariencias. Pero otros carteristas ocupan su puesto, más sabios, más protegidos, menos vulnerables.

Estamos tan habituados al código mafioso en el que nos manejamos que no somos conscientes de su anomalía, de la violencia que nos impone a diario. No es normal vivir como vivimos, es insano y es perverso. No dejen de ver «El lobo de Wall Street», de Scorsese, una obra maestra que nos muestra el día a día enloquecido de este manicomio que hemos aceptado como nuestra casa.