Fronteras y pistolas

Me está costando empezar a escribir esta columna. O más bien, me está costando decidir sobre qué escribir este domingo. Y no será porque la actualidad no ande bien nutrida . Quizás ese sea el problema.

Me está costando empezar a escribir esta columna. O más bien, me está costando decidir sobre qué escribir este domingo. Y no será porque la actualidad no ande bien nutrida . Quizás ese sea el problema. Que la realidad me abruma más que cualquier otro día.

Mientras escribo, Julia Timoshenko se dirige a la multitud en la plaza Maiden. En Venezuela, partidarios y detractores de Maduro se enfrentan en las calles y en Italia un nuevo Gobierno asume el mando tras la salida de Enrico Letta.

Sí. Algo se mueve ahí fuera pero no voy a juzgar si para bien o para mal. Prefiero quedarme en casa y ver cómo en nuestras fronteras no hay atisbo de cambio en ninguna dirección. Basta con analizar las dos noticias que han marcado la semana en clave nacional .

En primer lugar, la tragedia de Ceuta. Porque por mucho que algunos se empeñen en politizar el asunto estamos ante todo frente a un drama humanitario. Quizás esperábamos que Gobierno y oposición se unieran para reclamar a Europa que de una vez por todas asuma su papel en el control de las fronteras. Pero era demasiado pedir.

Ni que decir tiene que hay que aclarar lo ocurrido, pedir responsabilidades al Ministerio del Interior si las hubiera y poner todos los medios para que no se repita algo parecido. Pero tal vez eso no sea incompatible con trabajar juntos para reclamar a Bruselas que deje de mirar hacia otro lado con un tema que también le incumbe.

La otra noticia de la semana es la del pseudo desarme parcial «verificado» de ETA. Sí. Ese vídeo en el que dos encapuchados entregan cuatro pistolas y sellan un papel para probar no se sabe muy bien qué.

Miren. Si quieren disolverse, háganlo. Si desean entregar las armas, entréguenlas. Pero no nos hagan perder el tiempo con capítulos intermedios. Ya hemos visto demasiados.