El futuro no es Matrix. O quizá sí.
El robot que ven no acaba de nacer. Para ser justos habría que remontarse hasta el año 5.000 antes de Cristo y viajar hasta la entonces muy lejana China. En tiempos de Fu-Hi comenzaron a usarse los primeros códigos binarios para representar el símbolo mágico del emperador.
El robot que ven no acaba de nacer. Para ser justos habría que remontarse hasta el año 5.000 antes de Cristo y viajar hasta la entonces muy lejana China. En tiempos de Fu-Hi comenzaron a usarse los primeros códigos binarios para representar el símbolo mágico del emperador.
El robot que ven no acaba de nacer. Para ser justos habría que remontarse hasta el año 5.000 antes de Cristo y viajar hasta la entonces muy lejana China. En tiempos de Fu-Hi comenzaron a usarse los primeros códigos binarios (basados en opuestos como el yin y el yan o la luz y la oscuridad) para representar el símbolo mágico del emperador. Miles de años después, sobre el 500 AC, en Oriente medio aparece la primera herramienta de cálculo, el ábaco.
Los ceros-unos-ceros-unos de Fu-Hi sentaron las bases para, siete mil años después, crear el Electronic Numerical Integrator and Computer, el primer ordenador de la historia: 19.000 tubos catódicos agujereados (30 toneladas de peso y 72 metros cuadrados de superficie) capaces de realizar más de 300 multiplicaciones por segundo. Había nacido la informática.
La era de las tarjetas perforadas, convertidas más tarde en cintas magnéticas, se extinguió al nacer los primeros ordenadores programables. Fue la segunda gran ola informática, en la que todavía estamos. O estábamos, porque el robot que ven en la fotografía pertenece ya a otra generación, a la tercera gran ola, la de la programación cognitiva. Máquinas que aprenden interactuando con el entorno en un proceso similar al del cerebro humano pero con una capacidad infinitamente mayor aún por descubrir.
Este que ven está aprendiendo rápido, cuentan sus papás, los ingenieros de la NASA. Cuando sepa lo suficiente, Robotnaut R2 ejercerá de médico en la Estación Espacial Internacional. Al principio necesitará de las instrucciones de especialistas, pero su futuro es tan incierto como fascinante. Los apocalípticos se desgañitan prediciendo que las máquinas aprenderán tanto que dominarán al ser humano, convirtiendo a la Tierra en el lugar apocalíptico que trazan películas como Matrix o Terminator. Para ellos, la programación cognitiva es el meteorito que extinguió a los dinosaurios. Olvidan que en esos cerebros robóticos puede estar también la salvación de la Humanidad, y que la inteligencia, humana o artificial, puede usarse para bien o para mal. Recuerden que algunos de los mayores genocidas y asesinos de la Historia tenían un cociente intelectual superior a la media. No vengamos ahora a culpar a las máquinas. Dejémoslas que nos ayuden.