THE OBJECTIVE
Víctor de la Serna

La galerna y la compra de Pilar

Los fotógrafos norteños que hicieron su agosto en febrero parecen volver a hacerlo en marzo: esas olas tremendas saltándose todos los rompeolas llegan a formar imágenes formidables de la naturaleza desatada.

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La galerna y la compra de Pilar

Los fotógrafos norteños que hicieron su agosto en febrero parecen volver a hacerlo en marzo: esas olas tremendas saltándose todos los rompeolas llegan a formar imágenes formidables de la naturaleza desatada.

Los fotógrafos norteños que hicieron su agosto en febrero parecen volver a hacerlo en marzo: esas olas tremendas saltándose todos los rompeolas –en este caso, muy mal llamados, por cierto- llegan a formar imágenes formidables de la naturaleza desatada. Y en el Atlántico y el Cantábrico las hemos tenido tremendas este año. Así que todos hemos aprendido dos palabros tan malsonantes como ominosos: ‘criogénesis explosiva’.

Pues bien, hace bastantes años, quizá 15 o más, cuando lo más que se decía aquí era ‘galerna’, un invierno tuvimos una situación semejante, y la flota pesquera gallega tuvo que quedarse varios días amarrada, recibí una llamada de mi admirada Pilar Vila, la patrona del mejor conservatorio de las tradiciones culinarias gallegas fuera de Galicia que yo he conocido, la Casa d’a Troya de Madrid. Con su suave acento galaico, Pilar me hizo una pregunta que me dejó helado, a la vez que casi convencido de que se estaba quedando conmigo: «Don Víctor, ¿podría aconsejarme algún sitio de confianza donde comprar pescado en Madrid? Es que ya habrá leído que la flota no pudo salir a faenar…».

No se estaba burlando de mí Pilar. Estaba verdaderamente apuradísima, en un brete. Aunque hacía ya mucho que había tomado el relevo de su tío en el modesto local fundado hacia 1960 en el barrio de la Concepción, jamás había tenido que comprar ni una pescadilla en esta ciudad. Otro pariente suyo iba a diario a la lonja de Santa Uxía de Ribeira, le compraba lo mejor del día, lo llevaba en una caja con hielo al expreso de Madrid de esa noche, y Pilar o su marido lo recogían por la mañana en la capital. Yo le dije que Pescaderías Coruñesas –el nombre ya le gustó- o Prieto la sacarían sin duda del apuro. Pero nunca olvido, cuando regresa la galerna, cómo descubrí a unos mesoneros que de verdad, no de boquilla, se surtían no hace tanto en origen. ¡Y qué origen!

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