El reality de los expresidentes

El expresidente colombiano Álvaro Uribe vive en un estado de enfado permanente. Desde que dejó el poder parece un ser infeliz e incomprendido.

El expresidente colombiano Álvaro Uribe vive en un estado de enfado permanente. Desde que dejó el poder parece un ser infeliz e incomprendido. Su antiguo colaborador y sucesor, Juan Manuel Santos, lidera el diálogo con sus enemigos de las FARC, que él considera una traición. Así lo hace saber continuamente con el ceño fruncido, ya sea delante de una cámara de televisión o través de Twitter, donde en su avatar también aparece con cara de pocos amigos.

Ni siquiera haber salido elegido senador parece haber dado consuelo al expresidente que asegura que el nuevo parlamento es ilegítimo y que hubo trampa en las votaciones. En los últimos años, un día sí y otro también periodistas y medios colombianos han destapado presuntos escándalos ocurridos durante su mandato en los que su nombre aparece relacionado con la violación de los derechos humanos y el paramilitarismo.

Entre tanta sombra, también hay muchos defensores de su legado y de sus indudables éxitos en su lucha contra las FARC y en el desarrollo económico del país. Llegados a este punto, reconozco con asombro ese pesimismo vital, ese negativismo en otros expresidentes. Hace poco coincidí con José María Aznar en un evento en Miami y comprobé que el exmandatario español también está enfadado con el mundo y que sonreír es un verbo que ya no le gusta conjugar. Cuando escucho a Felipe González tengo igualmente la sensación de que nos está regañando a todos y que sus continuos viajes por el mundo no son más que una muestra de que, como él mismo dijo, los expresidentes son ese jarrón chino que no sabes muy bien donde colocar.

Como la lista de ex no para de crecer –con permiso de Daniel Ortega y otros promotores de la reelección indefinida- propongo crear un reality show que dé cobijo a tanto incomprendido.