La España "in vitro"
¿Suárez, Suárez…? Mucho político joven tuvo que echar memoria wikipédica antes de hacer sus declaraciones, eso sí, con contundencia: «Siempre será un modelo» o «el mejor político desde Maura».
¿Suárez, Suárez…? Mucho político joven tuvo que echar memoria wikipédica antes de hacer sus declaraciones, eso sí, con contundencia: «Siempre será un modelo» o «el mejor político desde Maura».
¿Suárez, Suárez…? Mucho político joven tuvo que echar memoria wikipédica antes de hacer sus declaraciones, eso sí, con contundencia: «Siempre será un modelo» o «el mejor político desde Maura». Muchos no sabían que aún vivía en esa especie de dulce jaula del Alzheimer que hace que uno se olvide de sí mismo mientras tantos se olvidan de uno. Pero la canonización ciudadana ha sido, como las declaraciones, contundente. No seré yo quien sustraiga devoción popular al nuevo santo, que estará descansando en paz.
Mientras Pilar Urbano sacaba un libro de recuerdos, de esos recuerdos que la gente anciana confunde, imagina y discute en el bar. Que si fue en tal año o tal otro, si era Pérez o era Suárez, si dijo lo que le dijo, o nunca le habló. Es igual; consiguió con el libro pisar algún callo y salir en la foto del muerto, en esa asepiada foto de los «padres de la transición» que, a fuerza de agarrarse al sillón, van convirtiéndose en los «padres de la putrefacción» de una democracia a la que llaman «joven» y se va haciendo más vieja que ellos. De hecho suceden cosas en el mundo y en España, mientras «los padres» sólo hablan de los muertos.
Una generación y otra viven viudas de ilusión en una España que se coció en el laboratorio urgente de Suárez y necesita pasar una revisión. A fondo. Hemos descubierto que sobraba el Senado, que si toda España son autonomías, es todo igual pero más caro, y muchas cosas más. Pero no hemos enseñado a las generaciones por qué valía la pena vivir juntos y compartir una ilusión. Quizá el escepticismo correcto, tan de moda entonces como las grandes gafas a lo Martín Villa, hacía estéril cualquier proyecto de entusiasmo.
Hoy, la España que se creó «in vitro» en la transición, necesita ser tan real como los problemas de paro y hambre y las amenazas de ruptura con la realidad, a costa de dar saltos en la Historia para crear grandes mentiras con pequeñas verdades. Si la Corona que nació en ese tubo de ensayo no es capaz de encender hoy ese proyecto, acabaremos por olvidar que está viva. Y nadie querrá salir en la foto con el muerto.
