Que se mueran los otros
Como es improbable que hayan asistido a una muerte así, yo se la describo. Tras un par de semanas sin síntomas, de repente todo estalla. Durante las primeras horas la temperatura corporal se dispara.
Como es improbable que hayan asistido a una muerte así, yo se la describo. Tras un par de semanas sin síntomas, de repente todo estalla. Durante las primeras horas la temperatura corporal se dispara.
Como es improbable que hayan asistido a una muerte así, yo se la describo. Tras un par de semanas sin síntomas, de repente todo estalla. Durante las primeras horas la temperatura corporal se dispara. El cuerpo no aguanta y los músculos no obedecen. El cerebro quiere salirse del cráneo y los intestinos arden. En apenas tres o cuatro días decenas de llagas purulentas inundan el cuerpo, que empieza a sangrar hacia fuera pero también internamente. Reventado el tracto digestivo, la sangre busca cualquier hueco -boca, nariz o ano- para abandonar el cuerpo, que apenas aguanta unas horas hasta que se desencadena un shock hipovolémico. La muerte entonces es inevitable: el corazón ya no es capaz de bombear suficiente sangre y los órganos dejan de funcionar.
Imaginen, además, que lo más probable es no tener cerca ni hospital, ni calmantes, ni cuidados paliativos. Imaginen sufrir esta terrible agonía en un poblado en medio de la sabana africana, sin acceso al más mínimo cuidado médico y aislado de todos por miedo a la altísima tasa de contagio.
Así han sido prácticamente todas las muertes desde que en 1976 se documentó la primera víctima humana del ébola, un profesor congoleño de 44 años, hasta hoy, cuando un nuevo brote está matando en Guinea-Conakry, Liberia y Malí. No hay tratamientos preventivos, ni vacunas, ni curas. Sólo uno de cada diez infectados logra sobrevivir. Un portavoz de Médicos sin Fronteras ha contado este fin de semana que acaban de recibir “la primera buena noticia en varios días: dos pacientes han sido dados de alta de uno de nuestros hospitales tras haber logrado vencer al virus. Sin embargo, el estigma al que se enfrentan es tan grande que nos han pedido que no desvelemos sus identidades”.
¿Por qué sabemos tan poco del ébola? ¿Por qué no hay una alarma mundial como con otras pandemias, como la gripe aviar? ¿Por qué en el primer mundo no nos importa ni nos preocupa? ¿Por qué no es noticia?
¿Adivinan?
Pues porque el ébola en humanos no ha salido de África negra. Sigue confinado en un continente que no nos importa. Así que, como tantas otras cosas que quedan lejos, nos da bastante igual. ¿Imaginan un brote en algún rincón, por perdido que sea, de primer, el segundo o el tercer mundo? ¿Imaginan el caos que se desataría?