THE OBJECTIVE
Javier Capitan

Mensaje entendido

François Hollande ha dicho solemnemente a los franceses: “he entendido vuestro mensaje”. Y lo ha dicho, obviamente, después de un serio revés electoral. Me ha recordado Hollande al Felipe González de 1993.

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Mensaje entendido

François Hollande ha dicho solemnemente a los franceses: “he entendido vuestro mensaje”. Y lo ha dicho, obviamente, después de un serio revés electoral. Me ha recordado Hollande al Felipe González de 1993.

François Hollande ha dicho solemnemente a los franceses: “he entendido vuestro mensaje”. Y lo ha dicho, obviamente, después de un serio revés electoral. Me ha recordado Hollande al Felipe González de 1993, cuando tras perder la mayoría absoluta afirmó: “he entendido el mensaje de los ciudadanos: quieren el cambio del cambio”. Tenía razón Felipe, ya que, tres años más tarde, los españoles confirmaron que era eso lo que deseaban: el cambio del cambio o, lo que es lo mismo, el recambio. Y cambiaron al presidente socialista por José María Aznar, quien, años después, tampoco entendió el mensaje que le enviaban sus ciudadanos pidiéndole que bajara sus “azorados” pies de la mesa.

Hollande, probablemente, al igual que le pasó en su momento al presidente del gobierno español, no ha entendido nada. Los franceses le votaron para que gobernara y lo que le acaban de decir es que se arrepienten profundamente de haberlo hecho. Hollande lo interpreta como un “Monsieur le Président, las cosas van por mal camino, pero menos mal que le tenemos para rectificar”, cuando en realidad lo que le están diciendo es “Monsieur le Président, dedíquese usted a sus amoríos y déjele a otro esto de gobernar”.

Lo bueno de los grandes hombres de estado es que siempre entienden que los mensajes que ellos reciben deben tener consecuencias para los demás: me cargo al primer ministro, que mira que tenía que ser tonto el pobre para que yo haya perdido las elecciones por su culpa, y me encomiendo al “chiquet” Valls a ver si me arregla el panorama. Que para eso haya que cambiar sus políticas, sus prioridades, su programa o sus convicciones es lo de menos. Al más puro estilo marxista, Hollande les ha dicho a los franceses: “este es mi gobierno. Si no les gusta, tengo otro”. Sólo le ha faltado añadir aquella otra frase de Groucho en la que afirmaba: ”¿a quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”. Claro que quienes gobiernan no suelen ver más allá de la imagen que les devuelve el espejo. Y creen a sus propios ojos.

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