El payaso y el fracaso
Tengo un amigo payaso. En realidad es payaso, farandulero y actor. La pesadilla perfecta de los que usan esas palabras para insultar. Vive de la risa, la sorpresa y la emoción, pero sobre todo del fracaso.
Tengo un amigo payaso. En realidad es payaso, farandulero y actor. La pesadilla perfecta de los que usan esas palabras para insultar. Vive de la risa, la sorpresa y la emoción, pero sobre todo del fracaso.
Tengo un amigo payaso. En realidad es payaso, farandulero y actor. La pesadilla perfecta de los que usan esas palabras para insultar. Vive de la risa, la sorpresa y la emoción, pero sobre todo del fracaso, que es donde nacen todos los payasos.
El payaso siempre se equivoca, todo le sale mal, y en ese mal es donde nace la risa. Esto me lo ha dicho mi amigo, que además de titiritero tiene algo de filósofo, como todos los payasos. Es un sabio porque fracasa 100 veces al día y se levanta 101, porque recrea una vida real en una sociedad irreal, porque cuenta historias de gente que se equivoca y porque enamora a las masas con sus constantes tropiezos absurdos en un mundo en el que no está permitido caer.
Provocar la carcajada es la mejor de las medicinas en un mundo enfermo. Y cuando fracasar está prohibido, el payaso es más necesario que nunca. Sin sus caídas la Tierra se para un poquito, y sin las de todos quizás podría dejar de girar algún día. Admiro a los que se caen sin complejos. A loosers e inadaptados. A los que se salen de la norma. A los que se cuestionan todo lo que les dicen. A los que mezclan el verde con el naranja y el amarillo con el rosa. A los que son capaces de construir un universo propio sin mirar al de al lado. A los titiriteros, a los actores, a los payasos. De hecho yo creo que hacen falta muchos de ellos para enseñarnos a caer y reírnos del golpe, que aquí sólo nos instruyen en el acto de levantarnos (pero sin haber dejado de estar nunca de pie).