No sin los radicales
Mientras leía unas declaraciones de Lula hablando bien del opositor venezolano Henrique Capriles y sugiriendo a Maduro la creación de un gobierno de coalición, noté como mi vello se erizaba.
Mientras leía unas declaraciones de Lula hablando bien del opositor venezolano Henrique Capriles y sugiriendo a Maduro la creación de un gobierno de coalición, noté como mi vello se erizaba.
Mientras leía unas declaraciones de Lula hablando bien del opositor venezolano Henrique Capriles y sugiriendo a Maduro la creación de un gobierno de coalición, noté como ni vello se erizaba como reacción a la fatalidad de que todo lo malo puede ir a peor. Cuando un enemigo tan amigo de sus amigos –Nicolás Maduro y Raúl Castro- te elogia, en este caso “por no estar radicalizado”, el objetivo final no es tan simple como que te sientas halagado.
“Tú eres el bueno, contigo se puede hablar”, le ha venido a decir a Capriles el expresidente brasileño, que tan bien se mueve entre las luces y las sombras. Y ya tenemos diálogo. Como era de esperar, será una partida con las cartas marcadas a favor del chavismo, un régimen supuestamente democrático que controla el poder ejecutivo, el legislativo, el judicial, el electoral, el ejército (que se declara revolucionario) y los medios de comunicación. María Corina Machado, la opositora que no le gusta a Lula, no estará en estas reuniones porque no acepta “hablar de estabilizar la dictadura de Maduro” y porque cree que no puede haber diálogo mientras Leopoldo López y los estudiantes continúen en prisión.
Por mucha Unasur y muchos enviados del Papa que ejerzan de testigos, estos contactos no pintan bien, porque como dice la “radical” María Corina, “los estudiantes y las fuerzas que impulsan la protesta tienen que formar parte de la discusión”.
39 asesinatos, la mayoría de estudiantes a los que les dispararon directamente a la cabeza, centenares de heridos, una treintena de denuncias de casos de torturas y más de 2.000 jóvenes detenidos conforman un balance que invita, al menos, a romper las actuales reglas del juego de forma “radical”.
Maduro ya tiene público para su teatrillo: un opositor confeccionado a medida, un cura y los amiguetes de Unasur. Pero más allá del elenco, lo que falla es el escenario, lo que “los radicales” llamamos dictadura y los premiados con la lotería bolivariana unidos a algunos progres de salón europeos llaman poder popular. Venezuela necesita urgentemente un (radical) cambio democrático.