Vivir de milagro
Podría ser cualquier suburbio de país africano, o cualquier favela de Río, pero es Orienplatz, un barrio de Berlín, donde se habían instalado grupos de inmigrantes en unas endebles y feas chabolas.
Podría ser cualquier suburbio de país africano, o cualquier favela de Río, pero es Orienplatz, un barrio de Berlín, donde se habían instalado grupos de inmigrantes en unas endebles y feas chabolas.
Podría ser cualquier suburbio de país africano, o cualquier favela de Río, pero es Orienplatz, un barrio de Berlín, donde se habían instalado grupos de inmigrantes en unas endebles y feas chabolas, hasta que las autoridades alemanas, avergonzadas por el espectáculo que daban, han prometido solucionar el asunto de sus viviendas, siempre que los chabolistas abandonen sus penosas “soluciones habitacionales”.
Lo que son las cosas. Este tipo de casuchas de madera que tanto avergüenzan a los alemanes, son las casas habituales de haitianos y muchos dominicanos.
Viendo la fotografía de ese ciudadano haitiano con su burro en un entorno desértico, víctimas ambos de meses de sequía, en un país desolado por los terremotos y la miseria, me viene a la mente unos hecho que pude presenciar hace ya algunos años, durante una larga estancia en que permanecí en la República Dominicana. Este país, la República Dominicana, tiene zonas de pobreza extrema, precisamente las que lindan con el país que ocupa la otra mitad de la isla, Haití. Huir de Haití para entrar en la República Dominicana es todavía el sueño de muchísimos haitianos. Para ellos, salir del infierno de su país y entrar en el vecino, es como llegar al paraíso. Un paraíso que para nuestros estándares no es sino un purgatorio de tremendas penurias. Pero ellos los haitianos, ven la luz al final de su negro túnel cuando pisan la República Dominicana. Yo los he visto cruzar la frontera con caras de felicidad. Ellos, los que logran escapar del desastre haitiano, son felices en territorio dominicano. A nosotros, instalados en las bondades de la vida europea, a pesar de nuestras crisis, aquel panorama caribeño nos resultaría invivible. Todo es cuestión del cristal con que se mire. Todo es relativo.
Antes de quejarnos de nuestros males y miserias actuales, no estaría de más echar una mirada a aquellos países donde se vive una vida de asco, de miserias, y peligros. Donde se vive de puro milagro.