THE OBJECTIVE
Patricia F. de Lis

La vida entre barrotes

Recordarán El planeta de los simios. Cualquiera que la vea por primera vez se queda impactado por esa última escena en la que el astronauta Charlton Heston descubre que no ha viajado en el espacio, sino en el tiempo.

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La vida entre barrotes

Recordarán El planeta de los simios. Cualquiera que la vea por primera vez se queda impactado por esa última escena en la que el astronauta Charlton Heston descubre que no ha viajado en el espacio, sino en el tiempo.

Recordarán El planeta de los simios. Cualquiera que la vea por primera vez se queda impactado por esa última escena en la que el astronauta Charlton Heston descubre que no ha viajado en el espacio, sino en el tiempo, y se encuentra en una Tierra apocalíptica, devastada por una guerra nuclear a la que han sobrevivido una especie evolucionada de simios que han tomado el control del planeta. Antes de esa escena, a mí me resultó muy duro, de niña, observar cómo trataban los simios a un encarcelado Heston: exactamente, como nosotros los tratamos a ellos, como a un animal. Nunca quise volver a un zoo.

Charlie es un chimpancé que fue raptado en Líbano, vendido como mascota y, después, terminó en un zoológico. Tras ocho años de una compleja lucha legal, los defensores de los derechos de los animales han conseguido que Charlie sea liberado en un santuario para animales maltratados y víctimas del tráfico ilegal de especies. Charlie no podrá volver a vivir en libertad, pero tiene mucha suerte; miles de animales como él se ven condenados a pasar el resto de sus vidas trabajando en circos, o protagonizando absurdos anuncios de publicidad, o divirtiendo a niños y adultos en zoos y parques acuáticos. Es triste, ridículo y, para mí, incomprensible, que la idea de pasar un día divertido en familia implique observar cómo otros animales pasan el día presos entre barrotes, dando saltos en un circo o haciendo piruetas en una minúscula piscina.

Un grupo de activistas californianos quiere acabar ahora con los parques acuáticos donde se exhiben orcas. La idea es de un senador que vio el impresionante documental Blackfish, que narra la historia de una orca que mata a varios de sus entrenadores tras una vida estresante y ridícula como payaso acuático. Si tienen pensado pasar estos días en familia visitando un zoo, un circo, o un “loro parque”, permítanme que les sugiera, en su lugar, que se queden en casa viendo Blackfish, El planeta de los simios o Proyecto Nim, que narra la historia de la absurdo intento de “humanización” de un chimpancé. Les aseguro que, de esta manera, ustedes y sus hijos aprenderán mucho más de la naturaleza animal y, sobre todo, de la humana. Feliz semana.

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