THE OBJECTIVE
Hermann Tertsch

Renzi y la verdad

El primer ministro italiano Matteo Renzi llegó al cargo rodeado de suspicacias. No es el primer presidente del Consejo de Ministros de la República de Italia que accede al cargo sin ganar antes unas elecciones. El primer caso, fue el de Mario Monti.

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Renzi y la verdad

El primer ministro italiano Matteo Renzi llegó al cargo rodeado de suspicacias. No es el primer presidente del Consejo de Ministros de la República de Italia que accede al cargo sin ganar antes unas elecciones. El primer caso, fue el de Mario Monti.

El primer ministro italiano Matteo Renzi llegó al cargo rodeado de suspicacias. No es el primer presidente del Consejo de Ministros de la República de Italia que accede al cargo sin ganar antes unas elecciones. El primer caso, fue el de Mario Monti. Le sustituyó Enrico Letta tras unas elecciones e inmensas dificultades. Y entonces, en plena legislatura, llegó Renzi y derribó a Letta en una especie de golpe palaciego en el seno del Partido Democrático (PD). El joven y dinámico alcalde de Florencia acababa con el dubitativo político de la vieja escuela. Renzi impuso desde el primer momento un ritmo muy distinto al de sus dos cautos, pausados y académicos antecesores. Y es que es muy distinto Renzi a lo que ha habido. Desde entonces, en solo dos meses y con un ritmo trepidante, el primer ministro han demostrado que tiene ideas, toma decisiones, no se contradice y no tiene miedo. Todo ello junto suma para una caracterización perfectamente extraordinaria. Y todo comienza a sugerir hasta a los más suspicaces que quizás sí, quizás por fin tenga un poco de suerte Italia y haya encontrado un líder que compagine talento político y probidad. Lo que se necesitaba y necesita. Ni más ni menos. Y desde una izquierda en la que la sensatez ha borrado los principales lastres tóxicos del sempiterno mensaje ideológico. Un paso ha sido la recentralización de poderes que recupera para el Estado central competencias cedidas en su día a las regiones. Después cristalizó el plan de liquidación de la estructura provincial con el desmantelamiento de la burocracia provincial. Y llegó la reforma de la ley electoral para lo que no tuvo problema en buscar la mayoría necesaria en un acuerdo con Silvio Berlusconi. Práctico y realista, visionario y eficaz, Renzi ha puesto en marcha lo que ya se antoja como un plan tácito de reconciliación del Gobierno con los gobernados. Y los primeros resultados parecen esperanzadores en un país de instituciones muy deterioradas, con una economía baqueteada, con una sociedad resignada y descreída al máximo y una clase política cínica hasta el espanto. «Tras exigir tantos sacrificios a los italianos», ha dicho Renzi, «ha llegado la hora de que los haga el Estado». De ahí la centralización y el desmantelamiento de aparato de la administración que ya ha comenzado. De repente priman la racionalización, el rigor y el sentido común sobre la retórica y la protección de los intereses de la burocracia estatal.  Aunque solo fuera por lo habido en estos dos meses, Renzi ya merecería atención. Pero todo indica que va a más. Mucho más. Ahora da un paso de enorme trascendencia también moral con la desclasificación de la documentación de los grandes atentados habidos en  Italia en los duros años del terrorismo. Fueron atentados como el de Piazza Fontana de 1969 o la estación de Bolonia que marcaron la historia de Italia. «Es nuestro deber hacia la ciudadanía y las víctimas». Es un gran salto cualitativo en esa transparencia que en Italia se ha negado desde el poder siempre con absoluta paz de espíritu. Se acabó el oscurantismo, dice Renzi. Veremos si la izquierda italiana es capaz de saltar por encima de su sombra histórica. Porque la verdad ha de ser protagonista en todos los ámbitos si se quiere movilizar a la sociedad. Y hay que hacerlo para acometer con éxito unas reformas sin las cuales nuestras sociedades europeas meridionales sucumbirán a medio plazo. Recuperar la verdad, la razón y la transparencia es el reto capital. Es la única alternativa a la inviabilidad, a la miseria y al Estado fracasado.

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