THE OBJECTIVE
Kiko Mendez-Monasterio

Apocalypto

Pero lo cierto es que hablaba de realidades mucho más próximas, porque el altar donde aquellos sumos sacerdotes ofrecían sus sacrificios humanos es muy similar a los centros abortistas de cualquier país occidental.

Opinión
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Apocalypto

Pero lo cierto es que hablaba de realidades mucho más próximas, porque el altar donde aquellos sumos sacerdotes ofrecían sus sacrificios humanos es muy similar a los centros abortistas de cualquier país occidental.

Lo verdaderamente tradicional de lo azteca no eran los bailes ni las plumas, sino los sacrificios humanos, como nos mostraba Mel Gibson en la magnífica Apocalypto.

Aquella película del australiano empezaba con esta frase: “Una gran civilización no puede conquistarse desde fuera hasta que no se haya destruido a sí misma desde dentro” para mostrar, después, la cultura de la muerte -suicida, homicida y genocida- de las civilizaciones precolombinas. Aunque algunos despistados que se dicen herederos de los mayas se sintieron muy ofendidos, la película no pretendía denunciar la realidad de aquellas civilizaciones sádicas, porque Gibson -como cualquiera que no esté intoxicado con leyendas negras- ya sabe que incas, aztecas y mayas tuvieron el final que merecían, y que si en América todavía hay fans del indigenismo en vez de agradecimientos a Hernán Cortés, pues allá ellos, que cada cual es libre para elegir su esclavitud.

Pero lo cierto es que Apocalypto hablaba de realidades mucho más próximas, porque el altar donde aquellos sumos sacerdotes ofrecían sus sacrificios humanos es muy similar a los centros abortistas de cualquier país occidental. Es bueno recordarlo ahora que sabemos que Hussein Obama es el presidente más proaborto de la historia gringa. Hay muchas otras razones, pero sólo esta realidad deslegitima a toda una civilización, destruyéndola desde dentro, preparándola para ser conquistada. Por desgracia no tendrá nuestro Occidente la suerte que tuvieron los aztecas, porque no serán españoles del siglo XVI los que vengan. Tampoco lo merecemos.

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