Con las armas, cero
Con las armas, ninguna relación, ni el mínimo flirtreo.. Cero. Ni de resina ni de metal, ni de fogueo ni de juguete. Ni de colores ni oxidada. No me gustan las armas.
Con las armas, ninguna relación, ni el mínimo flirtreo.. Cero. Ni de resina ni de metal, ni de fogueo ni de juguete. Ni de colores ni oxidada. No me gustan las armas.
Ahí están. Pistolas, aparentemente de juguete, pero no. Son de resina, pero matan. Las han ideado para superar controles policiales. Te despistan. Blanca, amarilla, azul verde. Llegas a imaginar en una estantería de la habitación de cualquier niño. Pero matan. ¿Matan? No. Nos dejamos engañar por la maraña de intereses y del lenguaje de carril. Matan los humanos que las empuñan. De resina para sortear a la madera o de metal, de las de siempre, es igual, si un ser humano no decidiera emplearla, esas armas no matarían.
Es cierto que tuerces una esquina y a veces te tuerces tú a la vez. Pero no debemos torcernos hasta llegar a ser capaces de emplear un arma. Las mismas cadena de montaje, sus cañones, los gatillos. Pero sin una mano que las empuñe no hay caso.
Es un sueño y tiene un punto naif. Pero a veces en la vida es imprescindible recurrir a los sueños. Te transportan, si quieres, a donde deseas. Pueden no cumplirse, pero los sueñas. Con las armas, ninguna relación, ni el mínimo flirtreo.. Cero. Ni de resina ni de metal, ni de fogueo ni de juguete. Ni de colores ni oxidada. No me gustan las armas.