El recurso animal
Todos los periodistas lo sabemos. Los publicitarios también. No hay nada como una buena mascota, un tierno animal, para llamar a la audiencia. Los niños también. Hitchcock sin embargo, aborrecía la presencia de ambos ante una cámara por ser impredecibles los resultados.
Todos los periodistas lo sabemos. Los publicitarios también. No hay nada como una buena mascota, un tierno animal, para llamar a la audiencia. Los niños también. Hitchcock sin embargo, aborrecía la presencia de ambos ante una cámara por ser impredecibles los resultados.
Todos los periodistas lo sabemos. Los publicitarios también. No hay nada como una buena mascota, un tierno animal, para llamar a la audiencia. Los niños también. Hitchcock sin embargo, aborrecía la presencia de ambos ante una cámara por ser impredecibles los resultados. Una puñalada en la ducha, bien planificada, lleva a ‘Psicosis’ a la historia del celuloide y los golpes de violín de Bernard Herrmann se convierten en un quejido ya clave en el lenguaje del terror. Para siempre. Los publicitarios y los periodistas vivimos en la improvisación, que convierte a un can deshaciendo un rollo de papel higiénico por un pasillo en una Palma de Oro de festival. Los periodistas necesitamos ‘cerrar’ un informativo con ‘algo’ que casi siempre es un animal. Atrae. Los medios digitales necesitan atraer con procedimientos más pechugueros, más de busto, digamos. Algo que miden ‘en vivo’ los clicks. Vean como siempre es verano en los grandes digitales españoles, en una confusión como la de la señora que quería dejar una ‘huella genital’ en la cola del DNI; siempre es ‘noticia’ el tema genital. Trae tráfico. Y moscas.
El pobre osito Boo Boo cerró muchos informativos. En la clase paso de ser curiosidad a amenaza imprevista, dejando un bocado de recuerdo a una docena de curiosos. No sé cómo ha acabado Boo Boo. Pero la alternativa en los tabloides estaba entre su ejecución (un oso peligrosamente sospechoso de portar la rabia) o abandonarlo en las montañas, donde por la mañana no encontraría las galletas con leche que le servía la estudiante que lo adoptó. Otra manera de ejecutarlo. Pobre Boo Boo.
Pero para imprevistos, el de mi Parlament de mi Cataluña esta semana. Una propuesta de ley introducida con la aprobación de ICV, CUP, ERC, PSC y CIU va a intentar prohibir a los animales en los circos. Eso de la defensa de los derechos de los animales ha pasado, como en función circense, a portada, por encima de los derechos de los ciudadanos, que han votado a esos representantes que nos hablan de su preocupación por ‘la salud mental de los animales de circo, obligados a movimientos repetidos y monótonos’. Las plazas ya no tienen toros y los circos no tendrán animales, en aras de su salud mental (de los animales, no de los legisladores). Donde está, lamentable, el espectáculo, es en el Parlament. La monotonía de los ciudadanos en las colas del paro no tiene solución. La del circo sí. Leyendo esta animalada de noticia, a uno le entran las rasgadas de violín por la médula de la imprevisión. La película se llama Psicosis. Esta es la situación.