Boko Haram y el error Ben Laden
Boko Haram lleva tiempo expandiendo el Islam de manera salvaje pero discreta. Su terrorismo, metódico y sostenido, se adapta al terreno y a los objetivos: de aldea en aldea y de valle en valle, lleva a cabo una eficaz limpieza cultural y religiosa.
Boko Haram lleva tiempo expandiendo el Islam de manera salvaje pero discreta. Su terrorismo, metódico y sostenido, se adapta al terreno y a los objetivos: de aldea en aldea y de valle en valle, lleva a cabo una eficaz limpieza cultural y religiosa.
Durante los años noventa, la capacidad y los recursos materiales de Al Qaeda crecieron enormemente, mientras cometía atentados que pasaban desapercibidos, pero que acrecentaron la autoridad de Ben Laden entre los islamistas. El 11 de septiembre, el saudí elevó la apuesta: el golpe al corazón del mundo libre constituyó un apoteósico éxito, pero también un error estratégico del que muchos alqaedistas se lamentarían después. El asesinato indiscriminado de miles de seres humanos en Nueva York atrajo todas las miradas, pero también todas las miras. El gran éxito de 2001 fue el inicio de su fin: desde entonces, Ben Laden vivió proscrito hasta su humillante muerte, y sus lugartenientes están hoy muertos o detenidos.
De igual manera, Boko Haram lleva tiempo expandiendo el Islam de manera salvaje pero discreta. Su terrorismo, metódico y sostenido, se adapta al terreno y a los objetivos: de aldea en aldea y de valle en valle, lleva a cabo una eficaz limpieza cultural y religiosa. A quien alcanza, no deja más opción que la conversión, la muerte o la huída. El éxito de esta táctica del terror cotidiano está siendo notable.
Con el secuestro de las niñas cristianas, Boko Haram advierte a quienes se interponen en su avance de la suerte que espera a sus familias; busca humillar al cristianismo con la violación de las que patólogicamente considera sus niñas; y cree lograr con la osadía autoridad entre el yihadismo. Por eso al secuestro siguieron días de cruel propaganda, amenazas y nuevos y provocadores secuestros.
Como Ben Laden, el éxito de Abubakar Shekau ha sido notable. Sin embargo, ha atraído sobre sí la atención y la indignación de medio mundo. No por pequeña, la ayuda prometida por los occidentales a las autoridades nigerianas deja de resultar valiosa. El envío de especialistas, inteligencia y tecnología puede resultar fundamental para el ejército nigeriano, que es incapaz de controlar enormes extensiones de jungla, donde los terroristas campan a sus anchas. La utilización de estos recursos, u otros posteriores, puede ayudar no sólo a localizar a las chicas raptadas, sino a encontrar, atacar y eliminar a Shekau y los miembros de Boko Haram. Se abre así una posibilidad de asestar un duro golpe al yihadismo africano. Esperemos que la oportunidad se aproveche.