Busquen en España a las niñas nigerianas secuestradas
Es una moda. #BringBackOurGirls. De buena gente. En el colmo de la ironía, se han fotografiado con el cartel de #BringBackOurGirls políticos que han dado la orden de dejar sin asistencia sanitaria a cientos de miles de inmigrantes pobres.
Es una moda. #BringBackOurGirls. De buena gente. En el colmo de la ironía, se han fotografiado con el cartel de #BringBackOurGirls políticos que han dado la orden de dejar sin asistencia sanitaria a cientos de miles de inmigrantes pobres.
Es una moda. #BringBackOurGirls. De buena gente. De moderno. De ser humano. De persona. De hecho, eres un mierda si a estas alturas aún no te has hecho una foto, o has colgado en tu muro, tu blog o tu Instagram ese imperativo “traigan de vuelta a nuestras niñas”.
En el colmo de la ironía, se han fotografiado con el cartel de #BringBackOurGirls políticos que han dado la orden de dejar sin asistencia sanitaria a cientos de miles de inmigrantes pobres (¿cuántos habrán muerto por su culpa?) o mujeres de presidentes responsables de algunas de las peores guerras sucias (si es que hay algunas más sucias que otras) del planeta.
Porque ni usted ni yo tenemos poder más allá de la rabieta o la protesta más o menos pública. Pero no manejamos presupuestos que deciden quién vive y quién muere, ni ejércitos que pueden salvar o matar, ni los más modernos equipos de espionaje y tecnología que ha concebido el ser humano hasta la fecha. ¿Tan difícil es seguir el rastro de doscientas niñas asustadas? ¿O sólo es cuestión de dinero? Y de voluntad real, claro.
Porque es muy fácil apuntarse a una moda.
Y ojalá, ojalá, que esta moda dure y sirva para algo. Pero lamento decirles que el #BringBackOurGirls también pasará. Como todas las modas, denle tiempo. Y entonces, ya sin la luz de los focos, miles de niñas nigerianas seguirán siendo esclavizadas para servicios sexuales o domésticos. Violadas por el ejército y la policía. Golpeadas una y otra vez por la élite rica que quiere criadas gratis. Secuestradas por diferentes facciones de los diferentes grupos armados que batallan el país. Sirviendo de desahogo sexual a comunidades enteras. Pobres niñas negras de campo a las que sólo llorarán sus familias.
Algunas de ellas acabarán en nuestro país, obligadas a abrirse de piernas y a lamer miembros de machitos españoles, que tras el servicio se irán relajaditos y contentos a casa sin importarles cómo llegó esa niña allí. Quizá sea Halima, de 17 años, con un cerebro privilegiado para las ciencias y que quería ser médico. O cualquiera de sus compañeras, buenas estudiantes que soñaban con ser abogadas, periodistas o maestras para escapar de un destino de pobreza y sumisión, y que han terminado en mugrientas camas de mugrientos puticlubs sirviendo a mugrientos clientes españoles en un infierno de abusos, drogas y esclavitud.
Ya ven. Nigeria también está aquí. A la vuelta de la esquina. Junto a nuestras casas.