THE OBJECTIVE
Amando de Miguel

La miseria de un secuestro

Una vez más, se nos hace patente que el enemigo de la civilización occidental es el islamismo político en la forma de lo que nosotros llamamos terrorismo. Quizá no hubiera que etiquetarlo así, pero sigue siendo cada vez más descarado y peligroso.

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Una vez más, se nos hace patente que el enemigo de la civilización occidental es el islamismo político en la forma de lo que nosotros llamamos terrorismo. Quizá no hubiera que etiquetarlo así, pero sigue siendo cada vez más descarado y peligroso.

Una vez más, se nos hace patente que el enemigo de la civilización occidental es el islamismo político en la forma de lo que nosotros llamamos terrorismo. Quizá no hubiera que etiquetarlo así, pero sigue siendo cada vez más descarado y peligroso. El último episodio, el secuestro múltiple de las jovencitas cristianas de Nigeria, no puede ser más insolente.

Esta vez los terroristas han ganado la partida de la información. La noticia les ha reforzado su notoriedad mundial. Asombra la ingenuidad de la campaña internacional con el lema de “que nuestras chicas vuelvan a casa”. Es la mayor estupidez que se puede decir de unas personas secuestradas. Los secuestradores no van a devolver a las chicas hasta conseguir los réditos de comunicación previstos. De momento las secuestradas aparecen cariacontecidas con el uniforme de las mujeres islámicas. Es claro que los forajidos no van a devolver a las chicas raptadas, por lo menos antes de completar los beneficios de la propaganda. Da una impresión patética ver a las pobres chicas recitando el Corán o algo parecido.

No nos podemos creer que en el mundo de los satélites y de los drones sea imposible localizar el campamento de los raptores. No se comprende muy bien que los organismos internacionales permanezcan tan pasivos. Esperamos algún comunicado de esta guisa: “Vamos a acabar con esta banda de forajidos. Localizaremos su refugio. La aparente conversión de las secuestradas es una notoria afrenta a la dignidad humana. Por tanto, los países democráticos unen sus esfuerzos para acabar con el terrorismo islámico”. Pero, ¡ay!, un texto así resulta poco probable en el actual contexto internacional. No existe una organización de países democráticos. Los Estados Unidos están cansados de ser el gendarme de Occidente.

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