Todo a una carta
La décima borrará de un plumazo lo acontencido en este último mes en tanto que la derrota abrirá heridas que van a tardar en cicatrizar. Es la delgada línea que separa el éxito del fracaso o la diferencia de luchar por todo desde le principio y hasta el final.
La décima borrará de un plumazo lo acontencido en este último mes en tanto que la derrota abrirá heridas que van a tardar en cicatrizar. Es la delgada línea que separa el éxito del fracaso o la diferencia de luchar por todo desde le principio y hasta el final.
Cuatro días separan al Madrid del fracaso o de la gloria. Desgraciadamente para un club de la dimensión social y deportiva del Real conformarse tan solo con la Copa del Rey en un año en el que el triplete estuvo tan cerca, no cubriría las expectativas de una afición todavía decepcionada por la forma en la que se perdió el título de Liga. Acostumbrados por sus jugadores a no dar por perdidos ni partidos, ni campeonatos hasta que el arbitro no da el pitido final, los aficionados merengues no han acabado de digerir la relajación del equipo en encuentros tan trascendentes como los de Vigo, Valladolid o el del Valencia en el Bernabeu.
Decía Sergio Ramos tras perder ante el Celta y decir adiós ya matemáticamente a la Liga, que no entendía el porqué de tantas críticas en un año en el que como mínimo ya se habían igualado los logros alcanzados hace tres temporadas. Tenía razón en ese aspecto el central madridista aunque en sus ansias por enviarle un recadito a su ahora poco querido ex entrenador, olvidaba algo muy importante. Efectivamente, en ese primer año de Mourinho, el Madrid tuvo que conformarse tan solo con la Copa pero luchó hasta el final en la Liga ante el que muchos han considerado mejor Barcelona de la historia y cayó eliminado por los culés, en la Champions, en una semifinal que no pasará precisamente a las enciclopedias del fútbol por la ecuanimidad de los arbitrajes.
La situación ahora es diferente. Con motivos o sin ellos, el equipo desconectó de la Liga tras eliminar al Bayern y ahora se juega todo a una carta en la cita de Lisboa. La décima borrará de un plumazo lo acontencido en este último mes en tanto que la derrota abrirá heridas que van a tardar en cicatrizar. Es la delgada línea que separa el éxito del fracaso o la diferencia de luchar por todo desde le principio y hasta el final.