Lo que el fotógrafo ve

La cámara está entre él y la realidad y al estar en medio, en ese momento, le protege, le distancia y le acoraza, porque lo importante es la foto. Para que se entere todo el mundo.

El fotógrafo ha viajado hasta allí, ha buscado, se ha enterado, se ha acercado y ha visto.

«No eres buen fotógrafo si no te acercas lo suficiente», decía Capa. Acercarse es la clave, porque cuando ha encontrado el objeto de su misión o algo superior que no buscaba, tiene que acercarse al máximo. Tiene delante muchas cosas en movimiento, la realidad se mueve, y está la cámara y está él. O mejor dicho, la cámara está entre él y la realidad y al estar en medio, en ese momento, le protege, le distancia y le acoraza, porque lo importante es la foto. Para que se entere todo el mundo. Justo antes de disparar hay que tener la intuición de que lo que ves contiene algo, emoción, oportunidad, cualquiera de las cosas que un fotógrafo sabe que tiene que tener una fotografía. Pero inmediatamente después, sólo hay que pensar en el momento más oportuno para el disparo. Y el ojo pegado a la cámara se asoma a una ventanita rodeada de negro, la ventana a otras vidas. La emoción queda suspendida. No puede haber emoción cuando se está capturando la de otros. Lo importante es la escena que tiene delante. La escena y sus emociones.

Horas después, esa misma noche, a esa extraña y única hora en la que la soledad tiene sentido, emerge la emoción de lo vivido, inenarrable con palabras, sólo para uno mismo. Él ha estado allí y lo ha vivido como nadie más. No lo olvidará nunca. Nunca, es nunca. Cada foto importante es más de una emoción, es más que una cadena de recuerdos, son preguntas sobre el ser humano, sobre la existencia, sobre qué se puede hacer por otros, sobre el valor de la vida en lugares que no son como el tuyo. La noche abre el álbum de los horrores y despliega la peor pesadilla, que es la realidad. El fotógrafo ha visto lo que no quería para que lo veas tú.