39 años y un ¡Abdico!
No hay que precipitarse en teorías apocalípticas ni ensalzar hasta la saciedad lo que está por llegar. El príncipe Felipe no ha aparecido todavía en escena; esperamos pacientes que su primer discurso muestre un nuevo amanecer de hacer distinto.
No hay que precipitarse en teorías apocalípticas ni ensalzar hasta la saciedad lo que está por llegar. El príncipe Felipe no ha aparecido todavía en escena; esperamos pacientes que su primer discurso muestre un nuevo amanecer de hacer distinto.
La abdicación de Juan Carlos I sobre su hijo, el príncipe Felipe, ha convulsionado la información del país con teorías varias sobre los motivos del Rey Regente a tomar tan medida decisión. Su discurso, como era de esperar, no dio puntada sin hilo; paso a las nuevas generaciones, agradecimientos a Doña Sofía, palabras para la princesa Letizia…firmeza y poca campechanería ante la tamaña comitiva de dar un paso atrás y lanzar a su hijo al ruedo de una corona que, aunque se acompañe de palabras como –estabilidad- deberá con Felipe VI pasar por revisión o medición popular.
Prontas han sido las voces que piden referéndum y las manifestaciones a favor de la República. El país vive convulsionado por el azote de la crisis, la lejanía de los políticos con la ciudadanía y el hartazgo de los privilegios de los poderosos. A valorar y, sólo a modo de ejemplo, la reciente sentencia de dos penas de seis meses de cárcel a Millet por tráfico de influencias en el ‘caso Palau’. Algunos rezaban ‘la injusticia de la justicia’… En un momento en el que cualquier ciudadano tiene que demostrar sino el doble más para ganarse un puesto de trabajo, es comprensible los recelos de mantener una institución como la Monarquía, que goza de privilegios difíciles de defender.
No hay que precipitarse en teorías apocalípticas ni ensalzar hasta la saciedad lo que está por llegar. Juan Carlos I abdica, es un hecho: él ha marcado a su buena voluntad y sapiencia la batuta de 39 años de reinado, ganándose el cariño de la mayoría que ahora vive con cierto desgaste y desapego el mundo de los poderosos.
El príncipe Felipe no ha aparecido todavía en escena; esperamos pacientes que su primer discurso muestre un nuevo amanecer de hacer distinto, una valentía de aceptar las voces contrarias y un empuje propio del nuevo Jefe de Estado.