Cuestión de detalles

Estar bien en casa, todo un trabajo, todo un esfuerzo. Todo un montón de detalles de cariño que hacen que la vida sea una maravilla. También ahora. También en tiempos de crisis. También con el paro. También con todas las preocupaciones.

El niño está nervioso porque la madre está nerviosa. Se toca la cara y pone gesto de preocupación.

Supongo que sucede lo contrario cuando la madre está serena. El chaval piensa: «esto es la gloria. A ver si nazco pronto porque en esa casa -en la mía- se debe estar muy bien».

Estar bien en casa, todo un trabajo, todo un esfuerzo. Todo un montón de detalles de cariño que hacen que la vida sea una maravilla. También ahora. También en tiempos de crisis. También con el paro. También con todas las preocupaciones que, a veces, nos agobian y no nos dejan dormir. También.

El maltrato doméstico es el episodio final. No sucede así como así. No es que yo me levanté un día y le pegue una bofetada a mi mujer. O al revés, que también pasa. Es la última estación de un vía crucis.

Veo anuncios con teléfonos a los que hay que llamar para denunciar inmediatamente cualquier caso de violencia. Me parecen acertadísimos, porque esas cosas no se pueden permitir. Ni una.

La pena es que no haya teléfonos para decir que mi mujer lleva un año sin sonreír o que mi marido llega a casa, da dos gruñidos, coge una cerveza y se pone a ver la tele con los pies en el sillón más próximo, porque bastantes preocupaciones tiene uno como para hacer la vida amable a los demás.

El niño se pone nervioso. De aquí a nada será un chaval. De aquí a nada, un hombre, un animalote en casa o un tío fenomenal.

Cuestión de detalles.