Vergüenza ajena
Hoy son mendigos en Noruega, ayer pinchos en Londres, anteayer negar las cifras de pobreza en España. O no abrir comedores escolares en verano porque llenarlos de bocas hambrientas visibiliza algo que se trata de ocultar. Los políticos pretenden seguir gobernando un mundo que ya no existe.
Hoy son mendigos en Noruega, ayer pinchos en Londres, anteayer negar las cifras de pobreza en España. O no abrir comedores escolares en verano porque llenarlos de bocas hambrientas visibiliza algo que se trata de ocultar. Los políticos pretenden seguir gobernando un mundo que ya no existe.
Hoy son mendigos en Noruega, ayer pinchos en Londres, anteayer negar las cifras de pobreza en España. O no abrir comedores escolares en verano porque llenarlos de bocas hambrientas visibiliza algo que se trata de ocultar. Los políticos pretenden seguir gobernando un mundo que ya no existe. De cifras obscenas y realidades que han muerto.
Y si intuyen que no es el mismo, lo ningunean mediáticamente. Ignoran a una marea tan descarnada como tozuda: la realidad; el tsunami de la mano que se hunde en la basura en busca de un yogur caducado (de los que Cañete aconseja desayunar según mira los balances de sus cuentas nada corrientes); del no coger el autobús ni llegar a fin de mes.
No son estrecheces, es necesidad. Precariedad con mayúsculas. Pero para qué evidenciarlo, pensarán en Noruega; mejor lo extirpamos de nuestro campo de visión y, por si acaso, multamos al indigente, a un paria sin oficio ni beneficio. Ilógico solo escribirlo.
A ver si entienden que no sirven las máscaras, los eufemismos ni las demagogias. Quien utilice el engaño chusquero y se aleje de lo real, va a fenecer abrasado en las urnas porque el pueblo no aguanta una broma más.
En menos de una semana UNICEF va a hacer público el primer Informe Nacional sobre Pobreza Infantil. Una herida que supura a diario. Brutal. Vergonzante. Anticipo que serán datos tan descarnados que obligarán a los gobiernos, a este y los que vengan, a un gran pacto. Para no dejar morir de hambre -los hechos por su nombre- a una generación. Para no instalarnos en un dolor muy antiguo.
Tienen una oportunidad histórica porque como se les ocurra colocar pinchos, “castigar” a los pobres, afear o ignorar a quienes verbalizan lo evidente, se estarán condenando ellos a ser borrados de las calles.