Elogios de la buena gente
Muchos se quejan con razón de que gran parte del cine actual refleja los perfiles más sórdidos del ser humano. Sin embargo, esta semana se estrenan en España tres películas que se salen de la norma y elogian la festiva grandeza de la buena gente.
Muchos se quejan con razón de que gran parte del cine actual refleja los perfiles más sórdidos del ser humano. Sin embargo, esta semana se estrenan en España tres películas que se salen de la norma y elogian la festiva grandeza de la buena gente.
Muchos se quejan con razón de que gran parte del cine actual refleja los perfiles más sórdidos del ser humano. Sin embargo, esta semana se estrenan en España tres películas que se salen de la norma y elogian la festiva grandeza de la buena gente.
“Amanece en Edimburgo” adapta brillantemente el musical teatral “Sunshine on Leith”, de Stephen Greenhorn. Al ritmo de “I’m Gonna Be (500 Miles)” y otras grandes canciones del grupo folk-rock escocés The Proclaimers, el actor y director inglés Dexter Fletcher (“Wild Bill”) desarrolla una animante tragicomedia realista, en la que hilvana los vibrantes números musicales con certeras reflexiones sobre el matrimonio, la amistad, el arrepentimiento y el perdón.
Por su parte, “El Cielo es real”, del estadounidense Randall Wallace (“Secretariat”), es una adaptación algo empalagosa, pero fiel y emotiva, del famoso libro homónimo, donde el pastor metodista Todd Burpo relata a la periodista Lynn Vincent las experiencias celestiales de su hijo Colton cuando tenía cuatro años y estuvo al borde de la muerte. A pesar de sus carencias y excesos, ofrece respuestas sugerentes a las grandes preguntas y profundiza en aquella máxima evangélica: “Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos”.
Finalmente, en “La jaula dorada” debuta como director el actor franco-portugués Ruben Alves. Bien filmada y mejor interpretada, esta fresca comedia costumbrista —sobre un matrimonio luso que lleva 30 años en París— defiende con humor y ternura el valor de la familia unida, el trabajo bien hecho y la interculturalidad. La letra de una de sus magníficas canciones de apoyo, Uma Casa Portuguesa —interpretada además por la mítica fadista Amália Rodrigues—, subraya una de las reglas de oro de toda esta buena gente: “La alegría de la pobreza está en esta riqueza de dar y ser feliz”.