THE OBJECTIVE
Jose Maria Inigo

La guía del museo

Nadie se hubiera fijado en ella de no haber aparecido en los periódicos y en todas las televisiones de Japón. Es una mujer joven, ni guapa ni fea, de facciones suaves y mirada un tanto perdida, vestida para no llamar la atención, que de vez en cuando levanta la voz para dar instrucciones.

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La guía del museo

Nadie se hubiera fijado en ella de no haber aparecido en los periódicos y en todas las televisiones de Japón. Es una mujer joven, ni guapa ni fea, de facciones suaves y mirada un tanto perdida, vestida para no llamar la atención, que de vez en cuando levanta la voz para dar instrucciones.

Nadie se hubiera fijado en ella de no haber aparecido en los periódicos y en todas las televisiones de Japón. Es una mujer joven, ni guapa ni fea, de facciones suaves y mirada un tanto perdida,  vestida para no llamar la atención, que de vez en cuando levanta la voz para dar instrucciones a los visitantes del museo donde “trabaja” como guía.Se llama Kodomoroi y acaba de estrenar su puesto como guía en un museo. Así, sin más, no sería como para aparecer en los medios de comunicación, pero es que Kodomoroi no es humana, es un robot.

Y al parecer cumple sus funciones a la perfección. Es un prototipo que ha resultado todo un éxito lo que hace pensar que pronto Kodomoroi tendrá más compañeras con las que compartir tareas de guía en el museo. Y dentro de nada, seguramente, habrá muchas más Kodomoroi en otros museos del país. Y posiblemente dentro de nada mujeres y hombres robot ocuparán puestos de trabajo ocupados ahora por humanos. ¿Es ese el futuro que nos espera? Seguramente. Las máquinas no dan problemas laborales. No saben de fiestas ni de horarios, ni de pagas extraordinarias, ni hacen huelga, y no tienen vacaciones. No se ponen enfermas, no tiene la regla ni se quedan embarazadas. Todo un chollo para los empresarios y las empresas.

Algunas televisiones americanas están haciendo pruebas con presentadores robot para sus telediarios. Y el resultado es excelente. Los espectadores han aceptado con bastante naturalidad el cambio y son escasas las protestas, lo cual hace pensar que en un futuro no muy lejano tendremos bustos parlantes contándonos las noticias. ¿Es este el mundo que nos espera? Las máquinas habladoras hablan pero no responden. Los robots harán su trabajo a la perfección pero no se comunicarán con nosotros, no sabrán de nuestras alegrías ni tristezas, no serán nuestros amigos.

¿Merece la pena ahorrar unos dineros a cambio de convertirnos en máquinas nosotros también? ¿Dinero a cambio de sentimientos? Es momento de reflexionar antes de que sea demasiado tarde.

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