Llantos y risas de emigrantes
Mientras la dura realidad golpea una y otra vez las alambradas de Melilla, dos estrenos de cine de esta semana El sueño de Ellis y Occidente es Occidente encaran la emigración con toda su carga dramática, pero desde una perspectiva esperanzada y animante.
Mientras la dura realidad golpea una y otra vez las alambradas de Melilla, dos estrenos de cine de esta semana El sueño de Ellis y Occidente es Occidente encaran la emigración con toda su carga dramática, pero desde una perspectiva esperanzada y animante.
Mientras la dura realidad golpea una y otra vez las alambradas de Melilla, dos estrenos de cine de esta semana —“El sueño de Ellis” y “Occidente es Occidente”— encaran la emigración con toda su carga dramática, pero desde una perspectiva esperanzada y animante. ¿Idealismo barato para espectadores complacientes? Más bien, el realismo auténtico de las risas mezcladas con las lágrimas, a veces sin solución de continuidad, como en la vida misma.
En “El sueño de Ellis”, el neoyorquino James Gray (“La noche es nuestra”, “Two Lovers”) arranca a Marion Cotillard y Joaquin Phoenix unas interpretaciones de Oscar para relatar las desventuras de una joven católica polaca, que emigra a Nueva York en 1921. Allí acepta prostituirse con el fin de sacar a su hermana tuberculosa de la Isla de Ellis, donde las autoridades la han dejado en cuarentena. Alguna leve caída narrativa y un enfático exhibicionismo sexual son los únicos defectos relevantes de esta dura desmitificación del sueño americano, melodramática pero ponderada, muy bien ambientada y rodada, y cuyo guion —finalmente esperanzado— profundiza bastante en los peliagudos dilemas morales y religiosos de los personajes.
También se muestra respetuosa con la religiosidad islámica de muchos de sus entrañables protagonistas “Occidente es Occidente”, del veterano realizador televisivo británico Andy De Emmony (“Love Bite”). Esta tragicómica continuación de la popular “Oriente es Oriente” (1999), de Damien O’Donnell, relata las andanzas en el Pakistán de 1975 de un desconcertado tendero anglopakistaní que intenta descubrir sus raíces a su rebelde hijo adolescente, nacido en Inglaterra. De nuevo, una realización y unas interpretaciones muy frescas se ponen al servicio de un guion divertido y emotivo a la vez, que exalta el cariño familiar, el perdón y la interculturalidad bien entendida, sin dejar de mostrar las caóticas situaciones que a menudo genera la emigración.