THE OBJECTIVE
Kiko Mendez-Monasterio

Rapidísimo

Y ahora resulta que la luz va más lenta, cuando era el dios nuestro, porque ya sólo adoramos lo que es rápido. Te pones a pensar en estas cosas y acabas reivindicando a Ned Ludd que empezó a destruir las máquinas para salvar al hombre de la dictadura del progreso.

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Rapidísimo

Y ahora resulta que la luz va más lenta, cuando era el dios nuestro, porque ya sólo adoramos lo que es rápido. Te pones a pensar en estas cosas y acabas reivindicando a Ned Ludd que empezó a destruir las máquinas para salvar al hombre de la dictadura del progreso.

Y ahora resulta que la luz va más lenta, cuando era el dios nuestro, porque ya sólo adoramos lo que es rápido. No sólo es el tren que une la Castellana con la Diagonal -casi el único lazo que nos queda- es que todo marcha cada vez más deprisa, y algún día nos explicará un genio la paradoja ésta, del mundo facilísimo y confortable, que nos proporciona agua corriente y second life, pero que cada vez nos roba más tiempo para lo importante. Seguramente el genio será un canalla -lo son casi todos- y no querrá reconocer que la idea se le ocurrió leyendo a Teresa de Calcuta, que ya estaba convencida de que el sufrimiento nuestro era causado por la falta de tiempo para dedicar a los hijos, a los esposos, a los demás.

Te pones a pensar en estas cosas y acabas reivindicando a Ned Ludd, por Dios, que le hagan una estatua al tipo aquél, que empezó a destruir las máquinas para salvar al hombre de la dictadura del progreso. Da lo mismo si estaba equivocado, pero qué bueno que haya alguien que no culpe de los males sociales a sus semejantes, sino a los tornillos, los engranajes y los cables. Por eso los ludistas atacaban máquinas, un deporte tan justo y necesario que en Inglaterra llegó a estar penado con la muerte. Después vino el rojerío para decirle a los obreros que el problema no era la técnica, sino los empresarios, y empezaron con esa dualidad tan leninista del tiro en la nuca y de la propaganda, que es lo que simbolizan la hoz y el martillo, el puño y la rosa, la serpiente y el hacha, la tertulia y la coleta, en fin, todos esos duetos sangrientos de la historia.

Y yo que no quería escribir sobre política, sino sobre la luz, que ahora va más lenta, quizá agotada de iluminar nuestras memeces. Todo va muy rápido, deprisa deprisa, como aquella película del cine quinqui. Y acaba como acaba. Por eso vuelven las ganas de destruir máquinas, de ganar tiempo para lo importante. Si fuéramos más despacio apreciaríamos las hermandad inevitable de la Castellana y la Diagonal, y como cualquier ruptura sería un fraticidio.

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