La ventana (del móvil) indiscreta.
Espionaje amigo, la Merkel también anda encrespada (han echado a patadas al jefe de la CIA en la embajada de Berlín) porque Obama alcahueteó su móvil. Nada, por filtrar un par de detalles a Washington. Peanuts. No sé.
Espionaje amigo, la Merkel también anda encrespada (han echado a patadas al jefe de la CIA en la embajada de Berlín) porque Obama alcahueteó su móvil. Nada, por filtrar un par de detalles a Washington. Peanuts. No sé.
Una buena amiga espía a su novio. Lo hace abiertamente —menos para él, claro. Orgullosa, lógica, rozando lo irrefutable. «Lo hago por su bien» lo dice pausada y serena, entre el mordisco al cookie de chocolate blanco y el trago de Chai Tea Latte, creo que suena «Go let it out» de Oasis allá a lo lejos. «Lo hago por su bien, cuando observo que algo se tuerce, le doy un toque, sutil, pero necesario; en ese momento cesa la conversación con la amiga de turno», ataque preventivo, medicina oriental, chi kung, ‘Solución diplomática no violenta’ leí en un tostón de John Grisham. Lo hace por su bien, tócate los huevos.
‘Espionaje amigo’, la Merkel también anda encrespada (han echado a patadas al jefe de la CIA en la embajada de Berlín) porque Obama alcahueteó su móvil. Nada, por filtrar un par de detalles a Washington. Peanuts. No sé. Me dicen que Whatsapp ha sido responsable de 28 millones de separaciones sentimentales el último año y que el treinta y tantos por ciento de los divorcios son culpa de Facebook. Laura —la de arriba, hasta hace poco no sabía distinguir un disco duro de un pochette y hoy sabría recuperar tus mensajes eliminados con los ojos cerrados. Lo hace por tu bien. Que no sea antiguo, me dice, que las cosas han cambiado, que «no tiene tiempo para perder el tiempo», que siga a lo mío, que pague la cuenta, que ella hace lo que tiene que hacer. Que además, es legal. Punto. Pelota.
La cuestión es que Pablo —el manso de turno, es más bien feliz. Yo qué sé.