Se busca Mandela
Dicen que el presidente Mandela era un hombre profundamente asertivo y empático. La asertividad es la capacidad de defender los derechos de uno mismo siendo respetuoso con los de los demás. Mandela tenía esta habilidad.
Dicen que el presidente Mandela era un hombre profundamente asertivo y empático. La asertividad es la capacidad de defender los derechos de uno mismo siendo respetuoso con los de los demás. Mandela tenía esta habilidad.
Dicen que el presidente Mandela era un hombre profundamente asertivo y empático. La asertividad es la capacidad de defender los derechos de uno mismo siendo respetuoso con los de los demás. Mandela tenía esta habilidad. Era capaz de encontrar casi de forma instantánea los puntos y necesidades en común detrás de posturas aparentemente antagónicas. Transmitía un aura de seguridad y serenidad que desarmaba de sus parapetos de miedo y violencia a sus contertulios. En el trato cara a cara era irresistible, conciliador y detallista. Era él quien atendía personalmente a sus invitados, quien les servía el té o les preguntaba cuántas cucharaditas de azúcar preferían. Madiva sabía que servir a los demás es amar a los demás, que amar a los demás es amarse a uno mismo. Y que eso se traduce en felicidad.
No es posible querer a alguien si antes no has aprendido a servirte y a quererte a ti. Por ello el de Mandela no era un personaje impostado, era un carácter construido a conciencia, pulido hasta la saciedad desde la reflexión y el esfuerzo de un hombre que tras 27 años preso fue puesto en libertad. Lo que no sabían sus opresores es que él ya se había liberado mucho antes. Se había liberado de su rencor, de su rabia, de su miedo, de su violencia, del pasado. Se había liberado de su mente -una como la tuya y la mía-, que todo lo juzgaba y lo etiquetaba de bueno o malo, de justo o injusto, de listo o de tonto, de bonito o de feo… Había aprendido a poner en duda sus pensamientos, a relativizar, a aceptar sus limitaciones, a aceptar que nada perdura. Mandela sabía que sólo el amor justifica la vida, que la violencia no es una opción.
Y tras 27 años -teniendo el poder para vengarse- perdonó a sus opresores, les tendió la mano y les dijo que los necesitaba para construir un país, que necesitaba su ayuda. Cuánto valor, cuánta sabiduría, cuánta humildad. Madiva sabía que, como dijo Gustave Flaubert: “el futuro nos tortura y el pasado nos encadena, he ahí por qué se nos escapa el presente”. Transformemos también nuestra vida. Actuemos. Olvidemos la queja, dejemos de señalar. Giremos la cámara hacia nosotros, hacia lo que podemos controlar. Cambiemos nuestra vida, y cambiaremos el Mundo.