THE OBJECTIVE
Raquel Sastre

In God we trust

Si yo fuera el dueño de Google me dejaría de tonterías empresariales y la convertiría en religión, que casi no pagan impuestos. Yo me apuntaría. Los googleístas seríamos tantos, que mandaríamos al resto de dioses a la cola del paro.

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In God we trust

Si yo fuera el dueño de Google me dejaría de tonterías empresariales y la convertiría en religión, que casi no pagan impuestos. Yo me apuntaría. Los googleístas seríamos tantos, que mandaríamos al resto de dioses a la cola del paro.

Dios es omnipresente (para los que veis «Sálvame» es que está en todas partes). Dios es aquel en el que nos apoyamos en nuestro día a día. Dios es aquel al que buscamos cuando albergamos dudas. Dios es aquel que nos las resuelve. Efectivamente, Dios es Google.

Si yo fuera el dueño de Google me dejaría de tonterías empresariales y la convertiría en religión, que casi no pagan impuestos. Yo me apuntaría. Los googleístas seríamos tantos, que mandaríamos al resto de dioses a la cola del paro. Madrugar para ir los domingos a misa está muy bien, pero poner en el buscador de Google «PORNO», mucho mejor. Y, además, Google te da una satisfacción que aún no ha conseguido ningún otro dios: dejar a tu cuñado con la boca cerrada cuando se empeña en algo y no lleva razón. Quedar por encima de otro sí que te llena el espíritu. Que le den a Buda y su «buen rollismo» y así le dejamos tiempo para que se quede en casa comiendo hamburguesas, que meditar da mucho hambre.

Cómo molaría que Google fuese la religión mayoritaria. Da igual tu sexo, raza, ideología, orientación sexual o si eres de Mac o de Pc, Google nos trata a todos por igual. Es un dios que en vez de amenazarnos con ir al infierno, te dice que vas a tener suerte. Un dios que facilita la comunicación unos con otros y que te recuerda cuando tienes una cita o es el cumpleaños de tu madre (aprende Gabriel, ángel anunciador, que sólo has avisado una vez en tu vida y fue para decirle a María que el bebé que esperaba no era de su marido). Un dios que nos guía en nuestro camino y nos avisa de los radares. Pero, sobre todo, un dios que cuando me ponga triste hará llegar a mi móvil fotos de Hugo Silva en calzoncillos. Gracias, Google mío.

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