THE OBJECTIVE
Paula Corroto

Máquinas vs Humanos

Un aparato jamás se pondrá a llorar al informar sobre las muertes en Gaza. Amazon jamás sabrá cuáles son realmente los libros que me gustan. Ninguna máquina sabrá cómo es hoy mi estado de ánimo. Mi librero sí. Él tiene corazón.

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Máquinas vs Humanos

Un aparato jamás se pondrá a llorar al informar sobre las muertes en Gaza. Amazon jamás sabrá cuáles son realmente los libros que me gustan. Ninguna máquina sabrá cómo es hoy mi estado de ánimo. Mi librero sí. Él tiene corazón.

En su famosa prueba, Alan Turing quiso demostrar si era posible que una máquina pudiera hacerse pasar por un ser humano. Es decir, copiara su inteligencia y la superara. Aquello fue el nacimiento de la llamada Inteligencia Artificial y a día de hoy, 64 años después, la ciencia aún sigue enfrascada en lograr que esto suceda.

Y ha habido numerosos avances. Ahí tenemos, por ejemplo, multitud de artilugios médicos que consiguen llevar a cabo operaciones que antes serían imposibles y que han mejorado muchísimo nuestra calidad de vida. También existen robots que hacen todo tipo de actividades, incluso periodismo, como probó hace poco la agencia AP. O las tiendas online como Amazon, que han desarrollado un algoritmo para las recomendaciones de libros como si fuera tu librero de toda la vida. Eso sí, esta última ecuación matemática falla muchas veces más que una escopeta de feria.

El último gran invento en este sentido es el coche sin conductor. Google ya presentó su prototipo hace unos meses y ahora lo acaba de hacer Baidu, el llamado ‘Google chino’. Según la empresa, este vehículo conseguiría mejorar el tráfico y la seguridad vial. Sería, por tanto, mucho más listo que todos nosotros.

Claro está, aquí aparecen muchos interrogantes. Es cierto que los aviones vuelan sin piloto durante bastantes kilómetros de su recorrido. Y los ingenieros reconocen que un tren u otro medio de transporte podría circular perfectamente sin un conductor a los mandos. Ahora bien, en caso accidente, por ejemplo, ¿quién sería el responsable? ¿Quién tendría que pagar el seguro? ¿A quién tendría que pagar el seguro y la indemnización?

Más allá de las cuestiones jurídicas: me apasiona el poder de las máquinas, pero siempre he pensado que detrás de todas ella quien está es el ser humano. Nosotros somos los Creadores y lo que hacemos, finalmente, son copias. Y la copia nunca es tan perfecta. Además, por el camino nos dejamos algo que es muy difícil de trasladar al código binario: la sensibilidad, la subjetividad, las emociones.

La película de Spike Jonze, Her, proponía un robot como trasunto de un amante. Al final sucedía lo inevitable: el robot se cansaba y se desconectaba del aparato. Sin más explicaciones. Sin dolor, sin empatía, sin saber si estaba haciendo daño. Esa frialdad es la misma que observo en cualquier máquina. Por eso, un aparato jamás se pondrá a llorar al informar sobre las muertes en Gaza. Por eso, Amazon jamás sabrá cuáles son realmente los libros que me gustan. Por eso, Facebook jamás me recomendará el hotel al que quiero viajar, las zapatillas con las que quiero salir a correr y el vestido que me quiero poner. Ninguna máquina sabrá cómo es hoy mi estado de ánimo. Mi librero sí. Él tiene corazón. Y hasta el día de hoy no he descubierto que mi portátil lata.

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