Celebraciones

Dejémonos de celebrar aniversarios de guerras. Sobre todo, ahora, que hay tantas. No son mundiales, son bestiales. Y como sigamos celebrando, de aquí a 100 años se pasarán el año recordando cuándo empezó lo de Afganistán, lo de Ucrania, lo de los Balcanes, lo de Irak, lo de Siria…

No me acababa de gustar que se haya celebrado el centenario del comienzo de una animalada: la Primera Guerra Mundial.

Los que mandan en el mundo, reunidos, para celebrar ¿qué? Los datos que tengo me dan escalofríos. Son millones de muertos, de mutilados, civiles y militares. Millones de personas con sus familias, sus ilusiones, sus trabajos…todo a la basura.

Estaba desconcertado, al ver que estos mozos se reúnen y hacen desfiles y se lo pasan bien. Los familiares de los millones muertos no fueron a la celebración, porque no les invitaron. O porque no había un local suficientemente grande.

Desconcertado, porque no he leído nada en contra. He visto reportajes, fotos, sonrisas…

Menos mal que alguien mantiene el sentido común. El Papa Francisco ha dicho que ese día es un día de luto.

O sea, que, si lo quieren recordar, que yo preferiría que no lo recordasen, deberían poner crespones negros en las banderas y hacer tañer a muerto las campanas de las iglesias.

Preferiría que no recordasen estas cosas, porque sólo sirven para que haya odio. Para que yo, alemán, odie al francés que se cargó a mi abuelo, y al revés.

Dejémonos de celebrar aniversarios de guerras. Sobre todo, ahora, que hay tantas. No son mundiales, son bestiales. Y como sigamos celebrando, de aquí a 100 años se pasarán el año recordando cuándo empezó lo de Afganistán, lo de Ucrania, lo de los Balcanes, lo de Irak, lo de Siria…

Y, a fuerza de recordar, nadie trabajará, porque todos estarán ocupados en odiar al prójimo.