El agua me mata

Si no me equivoco, es una medusa llamada de compases. Cuando leí el nombre, creí que se refería a la manera hermosísima en la que se desplaza por el agua, como si bailara o siguiera el compás de la música muda del fondo del océano.

A las medusas se les pierde, como si se les evaporara, su belleza fuera del agua.
 
Me cuesta reconocer a esta medusa de la imagen que, si no me equivoco, es una medusa llamada de compases. Cuando leí el nombre, creí que se refería a la manera hermosísima en la que se desplaza por el agua, como si bailara o siguiera el compás de la música muda del fondo del océano. Me gustó tanto cuando la descubrí en una cala que me sumergí para verla por debajo, y entonces me pareció aún más grande, y más peligrosa, al observar que de su umbrela, salían unos tentáculos larguísimos casi transparentes como si, ya de lejos, no quisiera que nada ni nadie se le acercara.
 
Luego, leyendo un poco más sobre esta medusa de colores rojizos y un poco terrosos en el agua, me di cuenta de que se le llama medusa de compases porque tiene dibujado, precisamente en la umbrela, dieciséis compases, de los que utilizaría un arquitecto; del tal manera que, si pudiéramos mirar la foto como si fuera un búho que girara la cabeza, en lugar de ser lo que son las fotos, caras vistas, pero también ocultas, como la de la Luna, contaríamos uno tras otro los compases. También recibe esta medusa el nombre de acalefo radiado (Chrysaora hysoscella), así como aguamar, porque los nombres de las medusas, como su cuerpo, están hechos de agua.
 
Sin embargo, hay un agua que las mata, que es el agua dulce. Los años en los que llueve mucho, bajan por los ríos al mar unas plumas de agua que las aleja porque las estalla como globos en una fiesta. Quizás este año sea uno de ellos. Por si acaso, cuidemos el agua dulce que nos da la vida y nos salva.