Equilibrios
Cualquier trabajo es un equilibrio entre la vida (comer) y la muerte (no comer). Unos, con contrato temporal. Otros, con contrato indefinido. Algunas familias, muchas, haciendo equilibrios entre el día 1 y el 31.
Cualquier trabajo es un equilibrio entre la vida (comer) y la muerte (no comer). Unos, con contrato temporal. Otros, con contrato indefinido. Algunas familias, muchas, haciendo equilibrios entre el día 1 y el 31.
Me sorprende que a alguien, de repente, se le ocurra ser equilibrista de riesgo. Este chico hace cosas un poco raras. Altura que ve en Noruega, altura sobre la que se pone encima, en una postura que normal, normal, no es. Alguien de su familia repetirá eso de “un día tendremos un disgusto”.
Pero este hombre no se para ahí. En primer lugar, considera que ese es su trabajo. O sea, que duerme en casa, desayuna con su mujer y sus hijos, les acompaña al colegio, mira el mapa, elige la montaña, entre el Hallingdalen y el Preikestolen, que en esos ya ha estado, y hala, a ponerse encima. Cobrará algo, digo yo. Porque hacer eso gratis ya sería demasiado.
Además, hace filosofía. La debe hacer mientras está quietecito, procurando no caerse. En uno de esos ratos, ha dicho que su trabajo es “el equilibrio entre la vida y la muerte”.
O sea, lo de todos. Porque cualquier trabajo es un equilibrio entre la vida (comer) y la muerte (no comer). Unos, con contrato temporal. Otros, con contrato indefinido. Algunas familias, muchas, haciendo equilibrios entre el día 1 y el 31.
A esos no les hacen fotos. Pero se lo merecerían.