Insoluble en agua bendita
Si el Islam no tuviese petróleo y bombas, lo consideraríamos como la religión infantil que es y la despreciaríamos como tal. Pero como estos señores nos proporcionan petróleo, los tratamos con respeto.
Si el Islam no tuviese petróleo y bombas, lo consideraríamos como la religión infantil que es y la despreciaríamos como tal. Pero como estos señores nos proporcionan petróleo, los tratamos con respeto.
El Estado Islámico está ejecutando a cristianos iraquíes por el método expeditivo más sangriento posible, y que en versión naturalista, no exenta de eufemismo, el mismo Juan Carlos Monedero podría definir como “introducción de un objeto cortante en la laringe de un cristiano” (o de un asqueroso cristiano).
El llamado ISIL nos pone delante de la realidad tal cual es y no tal cual nos la han contado una serie de especialistas subvencionados o apoltronados en las cátedras de estudios islámicos durante tantos años en España. Mención especial para Juan Goytisolo, ese Conde Don Julián de la “república de las letras”.
Jamás hubo una república tan llena de sofistas. Ni la Atenas de Sócrates. Es lo que tiene la muerte horrible, que es catártica y te libra de ensoñaciones más rápido que canta un gallo. Si el Islam no tuviese petróleo y bombas, lo consideraríamos como la religión infantil que es y la despreciaríamos como tal. Pero como estos señores nos proporcionan petróleo y además son capaces de “introducir” aviones en rascacielos, los tratamos con respeto e incluso intentamos maquillarlos y vestirlos bien para que no se entere la servidumbre (es decir, el pueblo democrático) que son unos salvajes, en el más estricto sentido que le dio el antropólogo Lewis Henry Morgan.
Ahora, tenemos que contemplar cómo se las gasta el califato en Iraq contra los infieles, es decir, cristianos, para mayor gloria de Alá, de Mahoma y del rey de Arabia. Y tenemos que ver también cómo algunas de nuestras jóvenes, fanatizadas a través de internet y otros conductos, quieren ir a Iraq para servir de reproductoras a estos guerreros y traer más yihadistas que engrosen las filas de una religión, que en palabras del gran Gustavo Bueno, es “insoluble en agua bendita”.