Decapitadores en Martha's Vineyard
Ni siquiera el día en que ISIS distribuyó el video del degollamiento de James Foley, tuvo a bien el presidente aparentar un día algo menos placentero que aquel permanente mecerse entre los más ricos en pos de su handicap
Ni siquiera el día en que ISIS distribuyó el video del degollamiento de James Foley, tuvo a bien el presidente aparentar un día algo menos placentero que aquel permanente mecerse entre los más ricos en pos de su handicap
El presidente norteamericano Barack Obama no ha dejado pasar un día en este mes de agosto sin lamentar el horror que supone el yihadismo triunfante del Ejército Islámico (ISIS). Eso no le ha llevado a interrumpir sus vacaciones en Martha’s Vineyard, ese oasis tradicional de multimillonarios en el que Obama se siente mejor que en su Casa Blanca. Ni siquiera el día en que ISIS distribuyó el video del degollamiento del periodista norteamericano James Foley, tuvo a bien el presidente aparentar un día algo menos placentero que aquel permanente mecerse entre los más ricos en pos de su handicap. Parece que la única acción política que aun le interesa es reafirmar y constatar la gran conquista de que un negro tenga acceso a Martha´s Vineyard. Obama ya no tiene que pensar en campañas electorales y no parece tener necesidad de gestos dramáticos ante sus compatriotas. El dramatismo ya los sirven otros. Sin pausa. Y en cantidades de difícil digestión. Con repasar someramente el panorama mundial se constata que, a dos años de abandonar Obama la Casa Blanca, el mundo es muchísimo más peligroso e inestable que cuando llegó a la misma. En realidad lo es más que nunca en muchas décadas. La gestión del presidente norteamericano tiene mucho que ver con ello. Y ya ni siquiera sus ausencias sirven para reducir tensiones y rebajar peligros.
En Ucrania, la Rusia de Putin que ya ha anexionado Crimea, ha abierto nuevos frentes e invadido abiertamente el territorio de su vecino con separatistas locales, mercenarios contratados en Rusia pero ya también con tropas regulares soviéticas. En Oriente Medio, Israel se defiende de una provocación tras otra de Hamas. En Siria e Irak, las tropas del ISIS prosiguen con su avance entre sangre y fuego y van marcando sus conquistas con picas en las que muestran cabezas cortadas a sus enemigos y tumbas frescas de todos lo ejecutados por no ser o no querer. Que Obama se negara ayudar a la oposición moderada llevó a la otra oposición a ser la única financiada y armada, la más fuerte ISIS. Ahora asedian localidades cristianas, turkmenas y chiítas. Las armas químicas, esas que Obama dijo que no se utilizarían porque él lo impediría, son utilizadas con regularidad en la guerra siria. En Latinoamérica, un régimen comunista quebrado, gerontocrático y miserable ha conquistado gran parte del poder en Venezuela, hundida pero con unas de los mayores reservas petrolíferas del mundo. En todos los países del norte y gran parte del sur en el subcontinente suramericano, se reafirman con violencia, con dinero y con artimañas, los seguidores de una ideología neocomunista bolivariana, una política chavista antioccidental, mentirosa y liberticida. Los únicos países con un solido anclaje con las libertades y con Occidente que quedan en América Latina que son Colombia y Chile, se tambalean. Uno ya ha votado socialismo. El otro se desliza hacia el tutelaje de una banda narco terrorista patrocinada por Cuba y Venezuela. China por supuesto quiere hacerse cargo del mar de China y con un poco de suerte dentro de poco el Pacífico. Y solo Japón le hace frente. No hay ninguna región del mundo en la que las ideas de la libertad y la democracia avancen. Por el contrario, las amenazas de sus enemigos se multiplican.
El panorama es tan desolador como alarmante. Occidente se queda huérfano con unos EEUU que se ausentan y una Europa como enigma que nadie sabe si va a sobrevivir a la irrupción de ideologías y proyectos totalitarios. A los españoles nos castigó la historia con un Zapatero que llegó cabalgando sobre el humo de marzo en la estación de Atocha. Y se verá que nos depara el futuro. Pero lo cierto es que la ausencia de criterios y la propia ausencia física de un presidente norteamericano que huye del conflicto y se esconde en sus falsas armonías como solo un Mariano Rajoy sabe hacerlo, han convertido estas semanas a Occidente, como aglutinante de democracias defensoras de las libertades, en un ente débil, amenazado, vapuleado, intimidado e inseguro. Cien años después de la quiebra de la civilización occidental en la Gran Guerra, nada representa mejor nuestro estado general de las cosas que un presidente norteamericano rodeado de millonarias, yates veleros, champán y smokings, mientras en los desiertos los encapuchados de ISIS, con las manos libres, rebanan miembros y cabezas de cristianos y demás seres indefensos.