THE OBJECTIVE
Daniel Ramirez Garcia-Mina

Vivo

“Y en la oscuridad siento que puedo tocaros al rezar”. Silencio. Cualquier corazón frenaría sus latidos al escuchar el mensaje que Foley envió a su familia antes de que le cortaran la cabeza.

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“Y en la oscuridad siento que puedo tocaros al rezar”. Silencio. Cualquier corazón frenaría sus latidos al escuchar el mensaje que Foley envió a su familia antes de que le cortaran la cabeza.

“Y en la oscuridad siento que puedo tocaros al rezar”. Silencio. Cualquier corazón frenaría sus latidos al escuchar el mensaje que Foley envió a su familia antes de que le cortaran la cabeza.

Diez palabras que quitarían el aliento a cualquiera, al que tiene fe y al que no la tiene. Qué oscuridad tan maravillosa la de Foley. Una luz minúscula escondida dentro del infierno más negro.

Los rezos merecieron la pena seguro. La sangre de su familia puede imaginarse helada por un segundo, para luego arder y correr como un manantial de magma tras escuchar el mensaje que les transmitió otro recluso después de ser liberado; una carta que memorizó a petición de Foley para que no pudiera ser intervenida, para que sus recuerdos volaran hasta su familia sin tener que atravesar ningún filtro. Sus corazones se congelarían para luego estallar de alivio y latir con la fuerza de un atardecer. Foley se mantuvo vivo hasta la muerte. Dio valor a esta obviedad agarrando a una cordura que intentaría escaparse de su cuerpo para huir de ese tétrico cautiverio.

Los reclusos convirtieron los restos en un tablero de damas y las tardes transcurrían en forma de competiciones. De vez en cuando, uno de ellos daba una conferencia al resto de los reclusos, para enriquecerse, para mantenerse lúcidos en casa de la muerte.

Cuando llegaba la noche, Foley rezaba en la oscuridad, para tocar, para palpar, para unirse con los suyos en el lugar más recóndito de su mente, un paraíso inexpugnable que no pudo ser secuestrado ni en la peor de las capturas. Porque blindó su mente ante el miedo. Porque puso cerco a la infelicidad que hubiera destruido a cualquiera. Porque siguió tocando a los suyos en sus rezos hasta el final. Porque se mantuvo vivo hasta que fue obligado a arrodillarse para que le cortaran el cuello.

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