THE OBJECTIVE
Inaki Arteta Orbea

Después del verano

“Es una lata, el trabajar…” cantaba Luis Aguilé. Tradicionalmente, para la gran mayoría, volver al trabajo después del verano, ha sido una tortura.

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Después del verano

“Es una lata, el trabajar…” cantaba Luis Aguilé. Tradicionalmente, para la gran mayoría, volver al trabajo después del verano, ha sido una tortura.

“Es una lata, el trabajar…” cantaba Luis Aguilé. Tradicionalmente, para la gran mayoría, volver al trabajo después del verano, ha sido una tortura. Tradicionalmente, los telediarios arrancaban con noticias relativas a síndromes postvacacionales, depresiones y demás, causados por esa vuelta al cole de los adultos. Expertos y psicólogos lo corroboraban: el adiós al tiempo libre, a la naturaleza, a la caña y a la terraza, el regreso a la casa gris, a la vida gris, al día gris y a la lluvia, la vuelta a la rutina y a la exigencia, creaban problemas psicológicos en el hombre moderno. El violento paso del ciclón de la maldita crisis ha barrido, entre otros conceptos clásicos aparentemente inamovibles, el del trabajo como maldición. Hoy, si salimos cada mañana a trabajar, deberíamos imitar a Messi cuando mete un gol y mira al cielo señalando con los índices de sus dos manos.

Hoy, volver al trabajo, proporciona sensaciones inéditas de alivio y tranquilidad. Y hasta de inédita responsabilidad, pienso yo. Hasta ayer, el espacio de trabajo era propicio para desarrollar la imaginación del escaqueo, el calendario siempre enfrente para calcular los días de permiso, los puentes y ajustar las vacaciones para hacerlas más rentables. La empresa ha sido vista como un saco sin fondo que lo admitía todo: unos se forraban mientras otros procuraban trabajar lo mínimo posible.

Sería bueno que ese viento helado de la crisis nos descubriera la visión de nuestra oficina como un espacio para el aprovechamiento del tiempo, para la mejora constante de nuestra tarea y la empresa en la que trabajamos, como algo a cuidar y de cuya evolución nos sintamos responsables.

Ya no es un lugar seguro al que vamos a estar yendo el resto de la vida.
Aunque sólo sea empujados por el egoísmo o esa búsqueda de la propia conveniencia que guía la mayoría de nuestros actos, pensemos, para variar, en lo bueno que puede ser que nuestra empresa vaya cada vez mejor, tenga continuidad y pueda mantener, al menos, nuestro puesto de trabajo.

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