¿Y tú qué sabes?
¿No es mucho más maduro admitir que sabemos muy poco o que no sabemos nada y permitirnos de nuevo la sorpresa? Educamos a nuestros hijos, sobrinos y hermanos, pero cuánto nos queda por aprender de ellos.
¿No es mucho más maduro admitir que sabemos muy poco o que no sabemos nada y permitirnos de nuevo la sorpresa? Educamos a nuestros hijos, sobrinos y hermanos, pero cuánto nos queda por aprender de ellos.
¿Qué ocurriría si por un momento dejásemos de vivir pensando en quién tiene razón y quién está equivocado? ¿Si dejásemos de culpar y criticar y juzgar a los demás y a nosotros mismos? ¿Qué pasaría si por un momento nos detuviésemos a mirar a nuestro alrededor con la mirada de los niños que fuimos? Dicen que un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido. Es alguien que no ha renunciado a sorprenderse. Que no da nada por sabido.
Supongamos que visitaste el Louvre hace 20 años y que a día de hoy todas sus obras siguen estando en el mismo lugar que entonces. En 20 años el Louvre quizá no haya cambiado, y aparece entonces el: “yo ya he estado, yo ya lo sé, ya lo conozco. No tiene sentido volver a visitarlo.” ¿No tiene sentido? ¿Acaso tú eres la misma persona que hace 20 años? La misma lógica es aplicable al resto de situaciones en la vida.
A menudo asociamos la capacidad de sorpresa y de admiración que tienen los niños a la inmadurez. Cuando crecemos y empezamos a dar por sabido renunciamos a esa capacidad. Cada vez que decimos “ya lo sé” estamos cortando la comunicación con la otra persona. Estamos negando la posibilidad de que entre algo nuevo. Y si lo hacemos con frecuencia es probable que los demás dejen de explicarnos cosas. A ese que ya lo sabe todo, ¿por qué explicarle nada?
¿No es mucho más maduro admitir que sabemos muy poco o que no sabemos nada y permitirnos de nuevo la sorpresa? Educamos a nuestros hijos, sobrinos y hermanos, pero cuánto nos queda por aprender de ellos. No hablo sólo de conceptos académicos o científicos. Lo mismo ocurre cuando decimos “yo ya sé que esa es una mala persona”. “Ya sé que los políticos mienten”. “Ya sé que ese cantante es malo”. “Ya sé que mi hijo es un vago”. “Ya sé que soy inseguro” “Ya sé que no se me da bien hablar en público” “Ya sé que no soy atractivo”. La belleza no está en el exterior. No está en lo que conoces ni en lo que sabes. La belleza está en los ojos que miran. Y depende de cómo miras, haces. Y depende de cómo haces, amas.