Viviendo en la 'hielera'
Que te secuestren, violen o roben va incluido en los riesgos previsibles. Pero una vez que llegas a la hielera, los centros de deportación que están a lo largo de la frontera estadounidense, sabes que llegas a algo parecido al paraíso.
Que te secuestren, violen o roben va incluido en los riesgos previsibles. Pero una vez que llegas a la hielera, los centros de deportación que están a lo largo de la frontera estadounidense, sabes que llegas a algo parecido al paraíso.
Para finales de año las autoridades de Texas calculan que unos 90 mil niños centroamericanos cruzarán la frontera por el Valle de Río Grande. El problema inmigratorio en Estados Unidos ya no son los adultos. Esos que no aspiran a alimentar a su prole los mandan solos en un viaje, a veces suicida, de más de 3000 kilómetros a merced de las mafias o cualquier mierda que se encuentren por el camino. Así hasta llegar a su sueño. Son los “niños de la frontera”.
Que te secuestren, violen o roben va incluido en los riesgos previsibles. Pero una vez que llegas a la “hielera”, los centros de deportación que están a lo largo de la frontera estadounidense, sabes que llegas a algo parecido al paraíso. “Hielera” porque los niños dicen que pasan frío y el estado de Texas marca los 21 grados como temperatura oficial en sus instalaciones. Allí, sin decir jamás de dónde vienes, esperas a la suerte y las oportunidades.
Conozco bien Centroamérica. Honduras, El Salvador, Guatemala o Nicaragua disponen de verdaderos ejércitos de pobres que dejan a ISIL a la altura de un grupo de aficionados. Gente que no tiene reparos en pedir o buscarse la vida porque experimentan verdadera hambre. Necesidad. Y cuando hay hambre las palabras “escrúpulos”, “prejuicios” o “miedo” no existen. Es cuando piensas que el viaje realmente vale la pena.
Estados Unidos hace poco que ha habilitado una línea telefónica para que los padres centroamericanos que piensen que sus hijos estén en los albergues o centros de detención llamen para dar sus datos. Piden el nombre del niño, la fecha de nacimiento y el lugar por donde cruzó. La mayor parte jamás descolgarán ese teléfono.
Un parche de nada para intentar atajar una verdadera crisis humanitaria. Y así en cualquier parte del mundo, incluido el nuestro y más próximo. Yo también mandaría a mi hijo a la “hielera”. Para morir de hambre o de un tiro ya tiene tiempo en casa.