THE OBJECTIVE
Jaime Mariño Chao

Pobrecilla Inishdooey

Islas reales o de fantasía ¿importa acaso? Yo diría que no. Como no importa si existió la isla de San Brandán, que aparece y desaparece a la vista de quien la busca; o la isla Serrana donde un tal Pedro se convirtió en el náufrago más náufrago de la historia (una historia que después contó Defoe con el nombre de Robinson).

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Islas reales o de fantasía ¿importa acaso? Yo diría que no. Como no importa si existió la isla de San Brandán, que aparece y desaparece a la vista de quien la busca; o la isla Serrana donde un tal Pedro se convirtió en el náufrago más náufrago de la historia (una historia que después contó Defoe con el nombre de Robinson).

Mi infancia son recuerdos de una lluvia eterna en una aldea gallega, en los tiempos de Naranjito. Mis padres eran panaderos, madrugadores, esforzados y buenos. No había muchas comodidades que digamos; pero sí había algo que me ha marcado para siempre: libros, libros y más libros; novelas, diccionarios, atlas, enciclopedias, mapas, bolas del mundo y todo tipo de libros, grandes y pequeños. Un viajante de Planeta pasaba a menudo y mis padres los iban pagando a plazos. Aquellos libros me han convertido en lo que soy.

En los libros y en los atlas aprendí a amar las islas, trazé muchas rutas con mi dedo en los mapas y es que las islas siempre me han fascinado, sobre todo las pequeñas. Pero veo la isla de Inishdooey y me da cierta ternura su desolación. Es una isla sin gracia, taciturna, apagada, desvaída, desapacible. Pobrecilla Inishdooey.

Desde luego no puede compararse con la Isla del Tesoro, aquella hacia la que navegó Jim Hawkings con John Silver; o con la Isla Misteriosa de Julio Verne; o con la minúscula Pitcairn a la que arribaron los hombres del Bounty tras librarse del capitán Bligh. Y qué decir de Thule, la isla de mi amada Sigrid; por no hablar de Yap, donde el capitán O´Keefe hizo de las suyas.

Islas reales o de fantasía ¿importa acaso? Yo diría que no. Como no importa si existió la isla de San Brandán, que aparece y desaparece a la vista de quien la busca; o la isla Serrana donde un tal Pedro se convirtió en el náufrago más náufrago de la historia (una historia que después contó Defoe con el nombre de Robinson). Lo que importa es que nos hacen soñar, nos hacen ser soñadores de viajes imposibles y tener un viaje en mente es un buen ingrediente de la felicidad.

De hecho, yo siempre estoy pensando en alguna islita. La que últimamente ha llamado mi atención es una minúscula que está arriba a la izquierda de Mauricio. Se llama “Cargados Carajos”. Habrá que investigar el nombrecito, sin duda.

Pobrecilla Inishdooey. Parece ser que nadie la compra, nadie la quiere. Le aconsejo a sus actuales propietarios que si quieren venderla hay algo que podría ayudarles. Olvídense de infraestructuras, asfalto o un pequeño embarcadero. Lo que necesita Inishdooey con urgencia es una leyenda. Vístanla con una buena historia y la isla se venderá solita.

Si quieren, yo mismo puedo hacerles alguna propuesta: “La vieja isla de Inishdooey no siempre fue como ustedes la ven. Hubo un tiempo muy lejano en que en ella había un castillo y un señor poderoso, y árboles y riachuelos y ciervos. Se preguntarán cómo se perdió todo aquello. Pues dice la leyenda que en un 13 de septiembre…”

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